Martes, 17 Agosto 2010 07:57

EN TRANCE DE MUERTE

 

Sí, en trance de muerte tiene la dirigencia futbolística al balompié nacional con la serie de desaciertos que se ha venido acumulando en los últimos años.

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Si hiciéramos un poquito de esfuerzo memorístico seguramente coincidiríamos en algunos de esos entuertos. El primero, ironías de la vida, sobrevino después de que clasificamos por primera vez a un mundial y de que nuestros muchachos cumplieran un papel decoroso, tanto, que aun vivimos de aquellos momentos de gloria. Pero después la rendición de cuentas no llegó, los números no cerraron y empezó el desorden administrativo que hoy –eso esperamos- parece haber tocado fondo.

 

De los muchos otros desaciertos, recuerdo uno de lamentables consecuencias para nuestro fútbol: la crisis financiera del Saprissa, que puso a ese histórico club al borde de la quiebra, y la consecuente llegada del salvador con la boca llena de promesas y la bolsa llena de dinero que a partir de aquel momento se consolidó como el motor y razón de ser de nuestro balompié “profesional”.

Igual sucedió en la acera de enfrente, en las tiendas liguistas, y ni qué decir de las heredianas y las cartagas, para mencionar solo los llamados “grandes” de nuestro fútbol: administraciones deficientes han llevado a esos clubes a permanentes penurias reflejadas en constantes atrasos salariales a jugadores, a demandas de entrenadores, al descuido de sus ligas menores, a la venta de jugadores –muchas veces figuras emblemáticas del equipo- para medio salvar la barca, y a una multimillonaria y vergonzosa deuda con la Caja Costarricense del Seguro Social.

 

La aparición de la Unafut es otro momento fatídico para la organización futbolística nacional. Tener a los presidentes de los clubes en la instancia que organiza y decide sobre el campeonato nacional definitivamente es un sinsentido pues en ellos lo que prevalece es el afán del club, el negocio particular, los compromisos adquiridos, la taquilla del domingo y nunca van a ser capaces de trascender para ver el bosque, para atender el interés superior del fútbol y del país.

 

Un hecho que golpeó muy fuerte la moral de nuestro fútbol se dio cuando un equipo alineó, en un encuentro equivalente a una semifinal por el cetro, a jugadores que debían cumplir su castigo por haber sido expulsados en un partido anterior. Y semejante irregularidad reglamentaria fue avalada por loe entes federativos. A partir de ahí, se dijo, cualquier cosa puede pasar … y pasó.

 

El último capítulo de esta novela de terror –no sabemos si será el capítulo final- se vivió la semana pasada cuando a pocos días de dar inicio el campeonato se produjo una transacción que permitía a un equipo de segunda ascender a primera, así porque sí. La Unafut le dio su bendición a aquella matráfula. El presidente de la Federación anunció que aquel adefesio jurídico-administativo no prosperaría. Resurgió la esperanza. Pero doce horas después “los unos y los otros” salían a explicar lo inexplicable y a dar por limpio lo que no es. El equipo de primeras se queda en primeras pero jugará con el nombre, el uniforme y en el estadio del de segundas.

 

Así como se lee, así como se oye. Algo así como el epitafio de nuestra organización futbolística “profesional”.

 

Si esos dirigentes se fueran para la casa, como ya lo hizo el primero, la afición y la Patria se los agradecerán.

 

Alguien vendrá que salve a este moribundo. Eso esperamos.

 

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