Viernes, 04 Julio 2008 18:00

NOSTALGIA POR BUENOS PROFESIONALES

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En materia de servicios, nuestra sociedad ha venido perdiendo la lucha de la calidad contra la cantidad.

Las reformas sociales y económicas iniciadas en las décadas de los cuarenta y cincuenta, del siglo pasado, promovieron una considerable mejora en la calidad de vida de los costarricenses, sobre todo a partir de la ampliación y hasta universalización de servicios, como los de educación, salud y seguridad social, y el refuerzo de otros como transporte, producción, comercialización y finanzas, todo lo cual abrió un mundo de oportunidades al grueso de la población, hasta entonces marginada de ellos.

Si bien estas reformas fueron lideradas por políticos, intelectuales, religiosos y obreros, el peso de su puesta en práctica, en buena parte, recayó sobre profesionales que se desempeñaban en diversos sectores como la educación, la medicina, la agronomía y la economía, la mayoría de ellos impulsando instituciones estatales apenas nacientes o en proceso de consolidación.

Desde entonces, el sector profesional comenzó a jugar un rol fundamental en la vida del país y poco a poco su injerencia fue extendiéndose a los más diversos campos de la actividad social, productiva y también política.

En esta perspectiva puede apreciarse mejor el papel trascendental jugado en la historia del siglo pasado, por la recién creada Universidad de Costa Rica, formadora de nuestros profesionales, casi exclusivamente, antes de la creación del ITCR, la UNA, la UNED y luego, de las muchas universidades privadas.

La apertura de oportunidades a cada vez más amplios sectores sociales y el rápido crecimiento de esos sectores, primero como producto de la explosión demográfica interna vivida en aquella misma época y luego por los movimientos de inmigración provocados por los conflictos regionales, dieron pie a la lucha mencionada al inicio, la batalla entre lo cualitativo y lo cuantitativo, lucha que se ha librado en diferentes escenarios teniendo como elemento central a la educación, en todos sus niveles, pero de manera particular en la educación superior, encargada de la formación de todos esos profesionales que siguen siendo el eje sobre el que gira buena parte de la vida de las instituciones, de las empresas, del país.

Y ante esa realidad, hay que preguntarse, ¿por qué esa nostalgia que se respira y se manifiesta con bastante frecuencia, en diversos corrillos, por buenos educadores, por los buenos médicos, por un buen ingeniero, por un buen abogado, por un buen periodista?, ¿cuánta responsabilidad y culpa caben a las universidades en esa nostalgia por profesionales de calidad?, ¿cuál ha sido la respuesta de las instituciones de educación superior a ese reto de mantener la calidad ante el embate de la cantidad?

¿Encontraremos en nuestras universidades una actitud crítica, una autoevaluación rigurosa, una actualización curricular conducente a una formación de profesionales que nos hagan superar esa nostalgia por mejores tiempos?

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