Sábado, 19 Noviembre 2011 06:00

Prefiero ser indignado que indiferente…

Últimamente se ha puesto muy de moda que algunos medios de comunicación hagan alusión a  un movimiento mundial llamado Los indignados o el Movimiento 15-M, el cual es un movimiento ciudadano que se formó el 15 de mayo en España con una serie de protestas pacíficas con el propósito de promover una democracia más participativa alejada del bipartidismo. Este fenómeno de protesta se ha extendido a otras partes del mundo como Tokio, Sidney, Buenos Aires, Chile, Los Ángeles, incluyendo a Costa Rica, y se caracteriza por ser un movimiento pacífico, horizontal y transparente sin afiliación a ningún partido ni sindicato, en donde un grupo de personas ya cansados de injusticias sociales, abusos políticos, problemas ambientales, discriminaciones o corrupción, protestan a favor de la construcción de un mundo mejor a través de asambleas populares abiertas celebradas generalmente en plazas o parques.
Las reacciones, lógicamente, no se han hecho esperar. Hay quienes aplauden este tipo de iniciativas que están haciendo un llamado a la conciencia, por ejemplo el cantautor español Joaquín Sabina quien dijo en Nueva York que le parecía estupendo que en Estados Unidos haya también un movimiento de protesta similar al que surgió en España en repudio por los excesos del sistema financiero o el presidente estadounidense Barack Obama quien señaló que Martin Luther King habría apoyado las protestas contra los excesos de Wall Street, pero sin demonizar a los que trabajan allí. Otros, por el contrario, en especial agrupaciones políticas, los han tachado de revolucionarios, revoltosos o utópicos.
Más allá de estas divergencias, lo cierto es que en este mundo de un elevado culto a la superficialidad, la mediocridad y la apatía, me alegra, y mucho, estos fenómenos de toma de conciencia social y de acciones pacíficas que están sucediendo pues prefiero ser indignado que indiferente, prefiero ser indignado que manipulado, prefiero ser indignado que domesticado, prefiero ser indignado que conformista... Además se puede ser partícipe del propósito de este tipo de movimientos y tratar de dar un aporte social en la medida de nuestras posibilidades y sin, necesariamente, participar en una marcha o asambleas públicas.
Por ejemplo espacios de información, análisis, crítica y toma de conciencia en algunos medios de comunicación son una oportuna herramienta para dar a conocer nuestros puntos de vista en torno a diversos temas que, según nuestra perspectiva, están atentando a la estabilidad social-democrática del país. Y ni qué decir de las aulas universitarias que bien utilizadas son un terreno fértil para lograr formar estudiantes, futuros profesionales, como agentes creadores de liderazgo, quienes asuman un pensamiento crítico, sean emprendedores, difusores y propulsores de paz, tolerancia, respeto y progreso, y para que actúen, de manera comprometida, como entes de cohesión social.
Claro que se vale estar indignado, pero no debe verse esta actitud desde una perspectiva negativa sino como una oportunidad de cambio y de reflexión, por lo menos a mí me indigna que las personas se quejen de todo sin proponer soluciones, que el pueblo espere que sea el Gobierno el único que solucione los problemas nacionales, que se denigre a los adultos mayores, los niños, las mujeres o los discapacitados o que un estudiante desaproveche la gran oportunidad de estarse educando. Me indigna cómo se ha llegado a un estado de frialdad en donde las personas se definen por lo que tienen y no por lo que son, lo importante para muchos es cuántos viajes se han realizado al extranjero, en qué zona de lujo se vive, si se tiene el carro del año y el celular, la computadora o la ropa de moda, dejando la parte espiritual e intelectual de lado, tristemente bien encaja aquí la frase de que “tanto tienes, tanto vales; si nada tienes, nada vales”... ¡Esto es realmente indignante!
Por eso no está mal indignarse y llevar a cabo convocatorias ciudadanas de lucha, siempre y cuando se haga de manera racional y pacífica, para enfrentar el descontento y la frustración, para actuar comprometidamente en pro de un país más sano y para volver a recuperar la esperanza por una sociedad más eficaz que resuelva de forma efectiva sus conflictos, pues como dijera Ernesto “Che” Guevara: “Si el presente es la lucha, el futuro es nuestro”.
Últimamente se ha puesto muy de moda que algunos medios de comunicación hagan alusión a  un movimiento mundial llamado Los indignados o el Movimiento 15-M, el cual es un movimiento ciudadano que se formó el 15 de mayo en España con una serie de protestas pacíficas con el propósito de promover una democracia más participativa alejada del bipartidismo. Este fenómeno de protesta se ha extendido a otras partes del mundo como Tokio, Sidney, Buenos Aires, Chile, Los Ángeles, incluyendo a Costa Rica, y se caracteriza por ser un movimiento pacífico, horizontal y transparente sin afiliación a ningún partido ni sindicato, en donde un grupo de personas ya cansados de injusticias sociales, abusos políticos, problemas ambientales, discriminaciones o corrupción, protestan a favor de la construcción de un mundo mejor a través de asambleas populares abiertas celebradas generalmente en plazas o parques.
Las reacciones, lógicamente, no se han hecho esperar. Hay quienes aplauden este tipo de iniciativas que están haciendo un llamado a la conciencia, por ejemplo el cantautor español Joaquín Sabina quien dijo en Nueva York que le parecía estupendo que en Estados Unidos haya también un movimiento de protesta similar al que surgió en España en repudio por los excesos del sistema financiero o el presidente estadounidense Barack Obama quien señaló que Martin Luther King habría apoyado las protestas contra los excesos de Wall Street, pero sin demonizar a los que trabajan allí. Otros, por el contrario, en especial agrupaciones políticas, los han tachado de revolucionarios, revoltosos o utópicos.
Más allá de estas divergencias, lo cierto es que en este mundo de un elevado culto a la superficialidad, la mediocridad y la apatía, me alegra, y mucho, estos fenómenos de toma de conciencia social y de acciones pacíficas que están sucediendo pues prefiero ser indignado que indiferente, prefiero ser indignado que manipulado, prefiero ser indignado que domesticado, prefiero ser indignado que conformista... Además se puede ser partícipe del propósito de este tipo de movimientos y tratar de dar un aporte social en la medida de nuestras posibilidades y sin, necesariamente, participar en una marcha o asambleas públicas.
Por ejemplo espacios de información, análisis, crítica y toma de conciencia en algunos medios de comunicación son una oportuna herramienta para dar a conocer nuestros puntos de vista en torno a diversos temas que, según nuestra perspectiva, están atentando a la estabilidad social-democrática del país. Y ni qué decir de las aulas universitarias que bien utilizadas son un terreno fértil para lograr formar estudiantes, futuros profesionales, como agentes creadores de liderazgo, quienes asuman un pensamiento crítico, sean emprendedores, difusores y propulsores de paz, tolerancia, respeto y progreso, y para que actúen, de manera comprometida, como entes de cohesión social.
Claro que se vale estar indignado, pero no debe verse esta actitud desde una perspectiva negativa sino como una oportunidad de cambio y de reflexión, por lo menos a mí me indigna que las personas se quejen de todo sin proponer soluciones, que el pueblo espere que sea el Gobierno el único que solucione los problemas nacionales, que se denigre a los adultos mayores, los niños, las mujeres o los discapacitados o que un estudiante desaproveche la gran oportunidad de estarse educando. Me indigna cómo se ha llegado a un estado de frialdad en donde las personas se definen por lo que tienen y no por lo que son, lo importante para muchos es cuántos viajes se han realizado al extranjero, en qué zona de lujo se vive, si se tiene el carro del año y el celular, la computadora o la ropa de moda, dejando la parte espiritual e intelectual de lado, tristemente bien encaja aquí la frase de que “tanto tienes, tanto vales; si nada tienes, nada vales”... ¡Esto es realmente indignante!
Por eso no está mal indignarse y llevar a cabo convocatorias ciudadanas de lucha, siempre y cuando se haga de manera racional y pacífica, para enfrentar el descontento y la frustración, para actuar comprometidamente en pro de un país más sano y para volver a recuperar la esperanza por una sociedad más eficaz que resuelva de forma efectiva sus conflictos, pues como dijera Ernesto “Che” Guevara: “Si el presente es la lucha, el futuro es nuestro”.

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