Mauricio Víquez Lizano

Mauricio Víquez Lizano

En estos días de nueva crisis fronteriza con Nicaragua se impone ciertamente una urgente toma de decisiones para remediar la presente invasión y, una vez superada la situación presente, una reflexión que permita en lo sucesivo hacer imposible que los gobernantes oportunistas del vecino país del norte, lucren a partir de provocar tensiones ficticias e innecesaria en la zona del río San Juan.
Es sorprendente hasta dónde estas crisis pueden llevarnos. A través de la historia los ejemplos se multiplican. No poca sangre ha quedado dispersa por los mojones del norte por descuidos, desatención, incursiones de tonos ideológicos diversos, etc. Desde muy antes de 1955 hasta los duros momentos pasados por funcionarios nuestros  bombardeados de tierra tica hacia adentro en los setenta, todo es parte de una larga sucesión de acontecimientos que, curiosamente, no nos han enseñado aún a resguardar mejor y hacer imposible lo que hoy, una vez más, está ocurriendo.
Todo cuanto está en curso ha provocado fuertes reacciones y ‘decires’ en medio de la población a ambos lados del río San Juan. El éxito de Ortega y sus comandantes veteranos y mohosos ha sido palpable a la hora de ganar apoyo en su tierra,  incluso por parte de algunos medios de comunicación que, hasta ahora, han sido más o menos objetivos. Más no sólo ha logrado eso. Es impresionante mirar lo que se está diciendo en redes sociales generadas por habitantes de ambas partes del conflicto. Unas de esas reacciones se muestran típicamente xenofóbicas y otras, por otra parte, se muestran condicionadas por un exacerbado nacionalismo altamente agresivo.
Lamentablemente las cosas aún no se ven claras de frente a su solución. Es claro que al régimen nicaragüense le sirve alargar la crisis y meterla en las elecciones que pronto se celebrarán. Es también evidente la ineficacia de la OEA y, también resulta clara la actitud valiente de la presidenta de la república. Las gestiones de nuestra diplomacia aún han de mostrar una habilidad que, a la fecha, no ha brillado demasiado.
A la espera de soluciones todos estamos. Pasando de un irenismo iluso, sin embargo, es fundamental que una vez superado este momento difícil, nuestro gobierno vuelque su atención sobre la frontera norte.
Hay zonas de la frontera con Nicaragua que, con frecuencia, son como ‘tierra de nadie’ son muchas las comunidades costarricenses que, una y otra vez, se han sentido más que desamparadas por las autoridades locales. Eso debe acabarse.
Obviamente, se impone un remedio definitivo para la cuestión fronteriza. La línea debe ser clara, diáfana, fácilmente reconocible por todos. Ya está bien de tener que argumentar con militares del país vecino acerca de un límite que está más que claro y que nada ni nadie puede ni debe alterar ni andar interpretando, sobre todo, en tiempo de cercanía de elecciones en Nicaragua.
En estos días de nueva crisis fronteriza con Nicaragua se impone ciertamente una urgente toma de decisiones para remediar la presente invasión y, una vez superada la situación presente, una reflexión que permita en lo sucesivo hacer imposible que los gobernantes oportunistas del vecino país del norte, lucren a partir de provocar tensiones ficticias e innecesaria en la zona del río San Juan.

Luego de todo lo que se dio en nuestro medio con la idea de incrementar el salario a los diputados, ha surgido un tema que resulta esencial. Se trata, ni más ni menos, del tema de la ética del trabajo que ha de acompañar el servicio público de las mujeres y los hombres elegidos para servir desde el primer poder de la República.

 

En estos días se han dado varios acontecimientos que ameritan reflexión. Uno de ellos por ser un verdadero despropósito y otros por aparecer ante nuestra mirada como realidades ante las que no se sabe muy bien si reír o llorar, aunque ciertamente, parecen más risibles que otra cosa.

 

El gran despropósito ha sido la decisión del Tribunal Supremo de Elecciones con respecto a unas declaraciones de Mons. Ulloa fuera de campaña electoral y acogiendo un recurso planteado por un grupo agnóstico que, al parecer y de manera harto curiosa, está muy atento a las homilías de los obispos católicos a propósito de grandes fiestas religiosas.

 

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