Carlos Díaz Chavarría

Carlos Díaz Chavarría

Ya llegó la Navidad, y pese a lo que pese,  nadie se queda indiferente ante ella: a unos les encanta, otros la rechazan porque les evoca recuerdos tristes, pero está ahí, coincidiendo, además, con el final de un año y el comienzo de otro, aspecto que obliga a fijar, aún más, la vista en ella…
No obstante lo que deberíamos tener claro es que la Navidad va más allá de signos externos como los árboles, las decoraciones o los regalos, este período santo se debe  aprovechar también para generar un espacio de reflexión, pues para nadie es un secreto que este mundo está plagado de pobreza, guerras y enfermedades, y que mientras unos disfrutamos a plenitud esta época tan consumista por medio de vacaciones o manjares en las mesas de los hogares, otros la  miran con tristeza, hambre y desesperanza.
Ello nos debería obligar a pensar en los más necesitados, en los que están sufriendo, en los marginados…, no se trata de caer en el tópico de querer más a los demás en esta fecha, ni en intentar ser mejor persona solamente durante las celebraciones navideñas, de lo que se trata es de potenciar esa virtud de ser más solidarios brindándoles un trozo de ayuda a quienes más lo necesitan…
Recordemos, en este sentido, las palabras expresadas por el Papa Juan XXIII, a los estudiantes de Loyola en su última audiencia pública: “Las dos cosas más importantes que ustedes poseen son sus mentes y sus corazones, con una aprenden, con la otra aman. Les ruego que aprendan y amen a su más grande capacidad. La gente en este mundo necesita todo el amor que tú y yo podamos darles”.
Entonces no nos equivoquemos, la Navidad no es sólo descanso, solamente vacaciones, no es sólo conmemorar mecánicamente el nacimiento de Jesucristo ni bonitas palabras en los púlpitos o medios de comunicación, ni solamente buenas intenciones. A pesar de que tanto se promueva y tanto se nos la recuerde en la publicidad, debemos evitar correr el riesgo de diluir o, peor aún, olvidar su verdadero significado. Vale la pena recordar que esta fecha simboliza un tiempo para la reconciliación, el fomento de la paz, la sana convivencia, y en esto todos podemos hacer una contribución…, un niño, un anciano, un pobre más que sonría, gracias a nuestro aporte, ya es importante para nuestro crecimiento personal y social.
Por lo tanto, para honrar esta celebración, deberíamos buscar un espacio para aprovechar esta oportunidad de recogimiento interior que nos brinda la Navidad haciendo un alto en las labores cotidianas, para contemplar detenidamente el gran regalo de amor que se nos dio mediante el nacimiento del Hijo de Dios -no con una actitud pasiva- sino con el corazón dispuesto a volver la mirada a la esperanza, con el ánimo de lograr un verdadero cambio espiritual en nuestras vidas y un sincero propósito de enmienda para corresponder a todas las bendiciones obtenidas.
En este sentido no estaría mal dar las gracias por lo que tenemos, y en ocasiones, por lo mucho que la vida nos ha dado, especialmente porque, por desgracia, vivimos en una sociedad en la  cual “creemos que tenemos que tenerlo todo” y en donde los disgustos, los rencores, los egoísmos y la indiferencia consumen más nuestras energías, nuestro tiempo y pensamientos.
Entonces el nacimiento de Cristo nos invita a nacer también, no físicamente, sino a luchar por alejar de nuestra alma el egoísmo, la soberbia, la avaricia, la apatía y la falta de solidaridad. Nunca es tarde para un cambio positivo, para recordar que la paciencia, la comprensión, la paz y la generosidad para con nuestros semejantes, son fuente de vida. Por eso, desde hoy, y más allá de la época navideña, comprometámonos a nacer en Jesús constantemente.
Ya llegó la Navidad, y pese a lo que pese,  nadie se queda indiferente ante ella: a unos les encanta, otros la rechazan porque les evoca recuerdos tristes, pero está ahí, coincidiendo, además, con el final de un año y el comienzo de otro, aspecto que obliga a fijar, aún más, la vista en ella…
Últimamente se ha puesto muy de moda que algunos medios de comunicación hagan alusión a  un movimiento mundial llamado Los indignados o el Movimiento 15-M, el cual es un movimiento ciudadano que se formó el 15 de mayo en España con una serie de protestas pacíficas con el propósito de promover una democracia más participativa alejada del bipartidismo. Este fenómeno de protesta se ha extendido a otras partes del mundo como Tokio, Sidney, Buenos Aires, Chile, Los Ángeles, incluyendo a Costa Rica, y se caracteriza por ser un movimiento pacífico, horizontal y transparente sin afiliación a ningún partido ni sindicato, en donde un grupo de personas ya cansados de injusticias sociales, abusos políticos, problemas ambientales, discriminaciones o corrupción, protestan a favor de la construcción de un mundo mejor a través de asambleas populares abiertas celebradas generalmente en plazas o parques.
Las reacciones, lógicamente, no se han hecho esperar. Hay quienes aplauden este tipo de iniciativas que están haciendo un llamado a la conciencia, por ejemplo el cantautor español Joaquín Sabina quien dijo en Nueva York que le parecía estupendo que en Estados Unidos haya también un movimiento de protesta similar al que surgió en España en repudio por los excesos del sistema financiero o el presidente estadounidense Barack Obama quien señaló que Martin Luther King habría apoyado las protestas contra los excesos de Wall Street, pero sin demonizar a los que trabajan allí. Otros, por el contrario, en especial agrupaciones políticas, los han tachado de revolucionarios, revoltosos o utópicos.
Más allá de estas divergencias, lo cierto es que en este mundo de un elevado culto a la superficialidad, la mediocridad y la apatía, me alegra, y mucho, estos fenómenos de toma de conciencia social y de acciones pacíficas que están sucediendo pues prefiero ser indignado que indiferente, prefiero ser indignado que manipulado, prefiero ser indignado que domesticado, prefiero ser indignado que conformista... Además se puede ser partícipe del propósito de este tipo de movimientos y tratar de dar un aporte social en la medida de nuestras posibilidades y sin, necesariamente, participar en una marcha o asambleas públicas.
Por ejemplo espacios de información, análisis, crítica y toma de conciencia en algunos medios de comunicación son una oportuna herramienta para dar a conocer nuestros puntos de vista en torno a diversos temas que, según nuestra perspectiva, están atentando a la estabilidad social-democrática del país. Y ni qué decir de las aulas universitarias que bien utilizadas son un terreno fértil para lograr formar estudiantes, futuros profesionales, como agentes creadores de liderazgo, quienes asuman un pensamiento crítico, sean emprendedores, difusores y propulsores de paz, tolerancia, respeto y progreso, y para que actúen, de manera comprometida, como entes de cohesión social.
Claro que se vale estar indignado, pero no debe verse esta actitud desde una perspectiva negativa sino como una oportunidad de cambio y de reflexión, por lo menos a mí me indigna que las personas se quejen de todo sin proponer soluciones, que el pueblo espere que sea el Gobierno el único que solucione los problemas nacionales, que se denigre a los adultos mayores, los niños, las mujeres o los discapacitados o que un estudiante desaproveche la gran oportunidad de estarse educando. Me indigna cómo se ha llegado a un estado de frialdad en donde las personas se definen por lo que tienen y no por lo que son, lo importante para muchos es cuántos viajes se han realizado al extranjero, en qué zona de lujo se vive, si se tiene el carro del año y el celular, la computadora o la ropa de moda, dejando la parte espiritual e intelectual de lado, tristemente bien encaja aquí la frase de que “tanto tienes, tanto vales; si nada tienes, nada vales”... ¡Esto es realmente indignante!
Por eso no está mal indignarse y llevar a cabo convocatorias ciudadanas de lucha, siempre y cuando se haga de manera racional y pacífica, para enfrentar el descontento y la frustración, para actuar comprometidamente en pro de un país más sano y para volver a recuperar la esperanza por una sociedad más eficaz que resuelva de forma efectiva sus conflictos, pues como dijera Ernesto “Che” Guevara: “Si el presente es la lucha, el futuro es nuestro”.
Últimamente se ha puesto muy de moda que algunos medios de comunicación hagan alusión a  un movimiento mundial llamado Los indignados o el Movimiento 15-M, el cual es un movimiento ciudadano que se formó el 15 de mayo en España con una serie de protestas pacíficas con el propósito de promover una democracia más participativa alejada del bipartidismo. Este fenómeno de protesta se ha extendido a otras partes del mundo como Tokio, Sidney, Buenos Aires, Chile, Los Ángeles, incluyendo a Costa Rica, y se caracteriza por ser un movimiento pacífico, horizontal y transparente sin afiliación a ningún partido ni sindicato, en donde un grupo de personas ya cansados de injusticias sociales, abusos políticos, problemas ambientales, discriminaciones o corrupción, protestan a favor de la construcción de un mundo mejor a través de asambleas populares abiertas celebradas generalmente en plazas o parques.

Si muchos docentes y autoridades educativas, en reiteradas ocasiones, han manifestado que gran parte de la deserción estudiantil se debe, precisamente, a que los estudiantes se encuentran en ambientes de enseñanza y aprendizaje procedentes de un sistema educativo tradicional los cuales, muchas veces, no estimulan su interés por el estudio pues en el aula imperan las imposiciones, las verdades absolutas, la falta de creatividad, la memorización, la poca interacción, la carencia de exposición de ideas, los regaños, las intransigencias o la falta de autonomía o de empatía, entonces los centros educativos deberían apostar por los cambios correspondientes que incentiven y faciliten en los estudiantes una patente motivación por lograr metas que los satisfagan y les permitan el logro de una autorrealización profesional y personal.

 

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Hoy debido al avance de la tecnología y las ciencias de la salud la expectativa de vida ha aumentado notoriamente, de manera que la vejez ya no es necesariamente sinónimo de enfermedad sino una etapa productiva y gratificante del ciclo vital de los humanos.
En este sentido las investigaciones psicológicas han demostrado que el adulto mayor tiene un pensamiento complejo, en el cual se integran la capacidad de razonamiento lógico con el bagaje de experiencias que ha acumulado durante su existencia, esto le facilita enfrentar y analizar situaciones problemáticas personales, como las de quienes le rodean, con mayor objetividad y certeza. Por lo tanto, muchos de los adultos mayores representan, en nuestros días, un baluarte social pues son los consejeros sabios quienes orientan a los más jóvenes y siguen contribuyendo al desarrollo de la humanidad.
Pese a esto, y de que las personas adultas mayores cuentan con varias herramientas jurídicas para defender sus derechos, todavía sigue existiendo una patente discriminación hacia este sector de la sociedad. Ya sea por indiferencia, desconocimiento, falta de solidaridad o por una sociedad que apuesta más al vigor juvenil, lo cierto es que muchos de los derechos de los adultos mayores como la educación, cultura, servicios de salud, seguridad, autonomía, participación, vivienda, desarrollo, trabajo, equidad, protección o dignidad, siguen siendo violentados.
De ahí la necesidad de aplicar acciones eficaces a fin de que los adultos mayores, espiritual y físicamente, disfruten de manera plena, segura, libre y satisfactoria de sus años avanzados en paz, salud y seguridad como parte integrante y vital de la sociedad.
Por lo tanto, no basta que cada primero de octubre celebremos el Día del Adulto Mayor, no es suficiente que cada octubre se celebre el Mes de los Ciudadanos de Oro, no bastan leyes, tampoco ha sido suficiente que, desde mil novecientos ochenta y dos, la Asamblea de la Organización de Naciones Unidas haya dedicado sus esfuerzos a potenciar la validez de los adultos mayores. Lo que se necesita es una toma de conciencia real con miras a lograr la plena realización del potencial de los adultos mayores y a mitigar, mediante medidas apropiadas, cualquier obstáculo que impida que los derechos fundamentales e inalienables consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos no se apliquen plena e íntegramente a este sector de la población.
Reconocerle al adulto mayor su importancia social activa y presencial, buscar que el anciano se valore como un individuo quien posee un cúmulo preciado de experiencia la cual puede trasmitir a los más jóvenes en el interactuar diario, y seguir dándole la oportunidad de continuar siendo parte del sistema productivo en actividades que le permitan sentirse útil, son tareas que no se pueden postergar más. No olvidemos que quienes somos aún jóvenes, si la vida nos lo permite, también vamos a llegar a ser adultos mayores, valga entonces que reflexionemos cómo desearíamos que los demás nos trataran en esa etapa de la vida…
Por eso, si contamos con la presencia de un adulto mayor en nuestra familia, nuestro vecindario, si usted es un adulto mayor, o, simplemente, queremos ser una persona de sólidos principios humanistas, aprovechemos y valoremos la capacidad de ingenio, experiencia, eficiencia y libertad de nuestros ciudadanos de oro, pues tal y como lo expresaba el reconocido cineasta sueco Ingmar Bergman: “Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”.
Hoy debido al avance de la tecnología y las ciencias de la salud la expectativa de vida ha aumentado notoriamente, de manera que la vejez ya no es necesariamente sinónimo de enfermedad sino una etapa productiva y gratificante del ciclo vital de los humanos.

En medio de tantas vicisitudes que han habido en torno a si el descubrimiento de América constituyó un encuentro de culturas en donde España le entregó a las sociedades indígenas un compendio de civilización, o un desencuentro en el que la sociedad española desarticuló, abruptamente, las creencias y costumbres de los pueblos indígenas, lo más sensato sería asumir el doce de octubre como el positivo nacimiento de un nuevo mundo constituido por mujeres y hombres de diversas lenguas, costumbres y diferentes filosofías de vida.

 

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En esta sociedad global del conocimiento, definitivamente las universidades, tanto públicas como privadas, deben surgir a la vida con el signo del cambio, esto las compromete a asumir una misión académica congruente con las grandes innovaciones de nuestro tiempo, de ahí que a la educación universitaria le corresponda el rol estelar de formar estudiantes integrales, con una clara perspectiva intelectual, humanista y de liderazgo.
He tenido el gran privilegio de constatar que el Centro de Estudios Generales de la Universidad Nacional está tomando, como parte de su labor académica, este norte. En los últimos días, gracias a la invitación que dicho Centro me hiciera para brindar un discurso a los estudiantes, y a algunas otras visitas que he realizado, he verificado de manera directa la gran proyección humanista que se está generando en sus diferentes áreas de trabajo, llámense Ciencias y Tecnología, Filosofía y Letras, Artes o Ciencias Sociales, mediante la labor inter, multi y transdiciplinaria del análisis de temas nacionales como, por ejemplo, el Estado de la Nación.
Al respecto, su Decano, el señor Enrique Mata, explica que la misión del Centro de Estudios Generales es que los alumnos conozcan la realidad nacional e internacional, desarrollen tanto una sensibilidad social como una actitud crítica, creativa y responsable, en donde los jóvenes tomen la palabra y se conviertan en actores de liderazgo y de cambio, experimenten una enseñanza más integral, sean ciudadanos responsables y desarrollen un humanismo más vivencial, máxime en una sociedad en donde cada vez más prima la pobreza espiritual y emocional.
Para el cumplimiento de esta visión humanista el Centro de Estudios Generales ha desarrollado diversos programas los cuales incentivan la expansión crítica y creativa de los diversos actores educativos para facilitar el mejoramiento continuo de la calidad de vida, entre ellos se encuentran el Programa de la persona adulta mayor en el cual se les ofrece a las personas de la tercera edad una oferta de más de treinta y ocho cursos, entre ellos los talleres de artes manuales o los literarios, además de la visita a diversos asilos con el objetivo de que se establezca un encuentro intergeneracional entre alumnos y este sector de la población.
Otro de los programas es el de la Persona joven cuyo objetivo es el de brindar charlas sobre participación política, sexualidad, estilos de vida saludable y emprendedurismo, la idea es motivar e impulsar el desarrollo de la energía creativa en los jóvenes y el fortalecimiento de iniciativas al servicio de los sectores menos privilegiados como en las zonas heredianas de Guararí o Sarapiquí. El último de los proyectos aborda la temática indígena, el cual busca exponer la realidad de esta cultura, sus problemáticas, sus manifestaciones culturales, creencias o costumbres, como una manera de eliminar tantos estereotipos que se generan en torno a las tribus indígenas.
Enhorabuena el Centro de Estudios Generales de la Universidad Nacional está sólidamente comprometido con el objetivo de acrecentar la dimensión humanista de los Estudios Generales para formar profesionales con valores como la integridad, autonomía o responsabilidad quienes, además, sepan aportar sus servicios, conocimientos y soluciones en pro del desarrollo del país y de su crecimiento profesional y espiritual. Ojalá estas acciones humanistas sean emuladas por otros centros universitarios, ya la Universidad de Costa Rica o la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología lo están haciendo de una manera muy eficaz, pero se requiere que todos los centros educativos universitarios se aboquen a nuevos liderazgos y vean en las Humanidades esa trascendental oportunidad para hacer del accionar educativo un ámbito de enseñanza y aprendizaje más humanista, intelectual, creativo, estimulante, pensante y sensible.
En esta sociedad global del conocimiento, definitivamente las universidades, tanto públicas como privadas, deben surgir a la vida con el signo del cambio, esto las compromete a asumir una misión académica congruente con las grandes innovaciones de nuestro tiempo, de ahí que a la educación universitaria le corresponda el rol estelar de formar estudiantes integrales, con una clara perspectiva intelectual, humanista y de liderazgo.
Este mes, llamado de la Patria, en el que celebramos un aniversario más de nuestra Independencia, es una buena ocasión para comprender que el ser independiente es mucho más que sumergirse en faroles, banderas, marchas o tambores. Más que tener la obligación de asistir a algún acto cívico, o más que entonar: ¡Salve, oh tierra gentil! ¡Salve, oh Madre de amor!, en el hermoso canto de nuestro Himno Nacional.
Conmemorar nuestra Independencia es, básicamente, el ejercicio de la capacidad de rememorar los momentos más significativos del pasado de nuestra sociedad, mediante el cultivo de la memoria y por la conciencia de la fuerza de los aciertos y los errores pasados.
Conmemorar el Mes de la Patria es transmitirles a las futuras generaciones, y al pueblo en general, una memoria común de fidelidad, orgullo y herencia por los principios de la libertad, justicia y soberanía que hagan de nuestra Patria una Nación más humanista y generosa.
Conmemorar nuestra vida independiente, desde nuestro presente, es reflexionar sobre el valor de la autodeterminación, el peligro de las luchas por intereses personalistas y la importancia de contar con un orden jurídico-social razonable y estable sobre el que se sustente el progreso de la Nación.
Pues aunque en la actualidad Costa Rica está enfrentando, indudablemente, duros desafíos, al conmemorar nuestra independencia debemos hacer conciencia de que, ante las situaciones difíciles, hay que luchar con más unidad y fuerza para continuar siendo firmes  e independientes en la sana construcción de nuestra Patria.
La mortal violencia vivida en calles y hogares, una corrupción que ha minado los principios éticos de nuestra sociedad, una burocracia que ha aprisionado la función pública, o las injusticias sufridas por aquellas personas que se hallan sumidas en la pobreza, son tan sólo unas de las muchas cadenas que atan a Costa Rica a una realidad ciertamente problemática.
Por lo tanto, si queremos que nuestra Patria sea efectivamente democrática, pacífica y libre, debemos transformar este Mes de la Patria en un sentimiento por la verdadera democracia, la libertad, el respeto a los derechos humanos y una vida digna con paz y justicia para todos los costarricenses, la cual vaya más allá de una etapa cronológica, para convertirse en una permanente celebración grabada en la historia de Costa Rica y en la toma de conciencia y acciones de sus hijas e hijos.
Ante esta perspectiva, comprometámonos, pues, a conmemorar esta vida independiente por  el enaltecimiento de nuestra Nación. Porque ciertamente nuestra Patria ha sido forjada para que sus habitantes puedan espiritualizarse en ella, pero no será podrá ser efectivamente glorificada si entre todos no la hacemos servir efectivamente a la justicia y al bien común de la humanidad. Tal era el pensamiento del gran maestro del patriotismo San Agustín cuando manifestaba que “vivir para la Patria y engendrar hijos para ella es un deber de virtud”.
Entonces que este Mes de la Patria sirva para que cada ciudadano reflexione si realmente sabe responder a ese compromiso que implica el ser independientes, pues solamente podemos sentirnos orgullosos de decir que Costa Rica progresa en democracia, libertad y paz, en sus ciento noventa años de vida independiente, cuando cada uno de nosotros, en el presente y en el futuro, seamos partícipes activos de los constantes procesos de reconstrucción y engrandecimiento de nuestra Patria.
Este mes, llamado de la Patria, en el que celebramos un aniversario más de nuestra Independencia, es una buena ocasión para comprender que el ser independiente es mucho más que sumergirse en faroles, banderas, marchas o tambores. Más que tener la obligación de asistir a algún acto cívico, o más que entonar: ¡Salve, oh tierra gentil! ¡Salve, oh Madre de amor!, en el hermoso canto de nuestro Himno Nacional.

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