Sábado, 25 Junio 2011 06:20

¡Acciones que dejan huella!

¡Querer es poder!, y en el caso del maestro colombiano Luis Humberto Soriano parece que esta frase cobra suma relevancia. Don Luis es un profesor colombiano de literatura quien desde hace más de diez años, ante la dificultad de muchas poblaciones del Departamento del Magdalena en Colombia de educarse, se ha dado a la tarea de armar una biblioteca móvil, con la ayuda de sus dos fieles y esforzados burritos llamados Alfa y Beto, para llevarles a estas comunidades más de 120 libros para que se informen, disfruten la lectura y descubran el mundo mágico y de enseñanza que poseen los libros, a esta biblioteca ambulante es a la que se le ha llamado el “biblioburro”.
Definitivamente la labor que el profesor Luis Humberto Soriano está llevando a cabo a favor de los niños colombianos mediante la implementación del biblioburro, pareciera seguir a cabalidad el derrotero de una eficaz educación a distancia, pues aunque para algunos pueda parecer una estrategia muy rudimentaria en un mundo de un significativo avance tecnológico, representa una adecuada, y a lo mejor la única manera de que estas personas tengan acceso a los libros, de lo contrario sería muy difícil que los tuvieran y sería casi imposible incentivar la cohesión de la comunidad mediante la socialización con los libros.
A todas luces, la acción del profesor Soriano en zonas apartadas y, muchas veces, cargadas de violencia, nos habla de amor por su trabajo, de un férreo compromiso por la enseñanza, de la responsabilidad que como formador posee, de su vocación, su capacidad de servicio, su entrega, su labor social, su solidaridad y su creatividad, lo cual pone ante nuestros ojos un ejemplo de perseverancia, entereza, humildad y hasta de amor que pareciera se han perdido, en gran medida, en nuestra sociedad. Ciertamente es una noble labor que es muy digna de destacar y, de alguna manera y según nuestra realidad, de emular, pues a pesar de que el profesor Soriano no posee herramientas modernas que le faciliten su trabajo, constituye uno de los más valiosos aportes, y de los que se ven poco, que se han dado para mejorar el ámbito cultural y educativo.
Ahora bien, cabe preguntarse, ¿cuántos docentes estarían dispuestos a emular este comportamiento?, ¿cuántos docentes hoy, aún teniendo las herramientas de enseñanza a la mano, entre ellas las tecnológicas, no las utilizan en pro de una educación de calidad?, ¿cuántos docentes, a la primera dificultad, se valen de ella para no cumplir con sus obligaciones como formadores?, ¿podría considerarse, como lo hicieron en una ocasión mis alumnos, al profesor colombiano un ejemplo de buen pensador crítico por el desarrollo de habilidades como la empatía, la perseverancia, la entereza y la integridad?..., ¿deseamos dejar huella desde nuestra labor docente?, y si se requiriera, ¿nos convertiríamos en biblioburros?, ¿conocemos qué iniciativas como estas se están dando en Costa Rica?...,  ¿y las apoyaríamos?...
Qué orgulloso se debe sentir el profesor Soriano de saber que está transitando por esta vida dejando huella, que su labor está cultivando la mentalidad crítica, constructiva e imaginativa de sus conciudadanos, y que sus acciones sirven de ejemplo e inspiración a otros más allá de Colombia, estos son los héroes anónimos, los beneméritos a quienes no se les oficializa su título, los quijotes de nuestra época, los seres imprescindibles para seguir teniéndole fe a los humanos y quienes deben ser un referente de acción para construir un mejor mundo, por ello, en hora buena, la destacada labor del educador Soriano ha quedado registrada en un documental del profesor de la Universidad del Magdalena Carlos Rendón, y en Italia la bibliotecóloga Lucía Pignatelli, con su burro Serafino, se dedica a repartir libros, no porque no los haya, sino para fomentar más la pasión por la lectura.
Decisivamente iniciativas como la del biblioburro nos debe servir de reflexión, de ejemplo, de inspiración, de un llamado de atención, pero especialmente, de una toma de acción para incrementar el nivel de calidad de la enseñanza que se está brindando en nuestro país, pues tal y como señalara el poeta y dramaturgo alemán Johann Wolfgang Goethe: “No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer”. El profesor Luis Soriano es ejemplo patente del cumplimiento de esta máxima, ahora la pregunta es: ¿lo estaremos siendo nosotros?...
¡Querer es poder!, y en el caso del maestro colombiano Luis Humberto Soriano parece que esta frase cobra suma relevancia. Don Luis es un profesor colombiano de literatura quien desde hace más de diez años, ante la dificultad de muchas poblaciones del Departamento del Magdalena en Colombia de educarse, se ha dado a la tarea de armar una biblioteca móvil, con la ayuda de sus dos fieles y esforzados burritos llamados Alfa y Beto, para llevarles a estas comunidades más de 120 libros para que se informen, disfruten la lectura y descubran el mundo mágico y de enseñanza que poseen los libros, a esta biblioteca ambulante es a la que se le ha llamado el “biblioburro”.
Definitivamente la labor que el profesor Luis Humberto Soriano está llevando a cabo a favor de los niños colombianos mediante la implementación del biblioburro, pareciera seguir a cabalidad el derrotero de una eficaz educación a distancia, pues aunque para algunos pueda parecer una estrategia muy rudimentaria en un mundo de un significativo avance tecnológico, representa una adecuada, y a lo mejor la única manera de que estas personas tengan acceso a los libros, de lo contrario sería muy difícil que los tuvieran y sería casi imposible incentivar la cohesión de la comunidad mediante la socialización con los libros.
A todas luces, la acción del profesor Soriano en zonas apartadas y, muchas veces, cargadas de violencia, nos habla de amor por su trabajo, de un férreo compromiso por la enseñanza, de la responsabilidad que como formador posee, de su vocación, su capacidad de servicio, su entrega, su labor social, su solidaridad y su creatividad, lo cual pone ante nuestros ojos un ejemplo de perseverancia, entereza, humildad y hasta de amor que pareciera se han perdido, en gran medida, en nuestra sociedad. Ciertamente es una noble labor que es muy digna de destacar y, de alguna manera y según nuestra realidad, de emular, pues a pesar de que el profesor Soriano no posee herramientas modernas que le faciliten su trabajo, constituye uno de los más valiosos aportes, y de los que se ven poco, que se han dado para mejorar el ámbito cultural y educativo.
Ahora bien, cabe preguntarse, ¿cuántos docentes estarían dispuestos a emular este comportamiento?, ¿cuántos docentes hoy, aún teniendo las herramientas de enseñanza a la mano, entre ellas las tecnológicas, no las utilizan en pro de una educación de calidad?, ¿cuántos docentes, a la primera dificultad, se valen de ella para no cumplir con sus obligaciones como formadores?, ¿podría considerarse, como lo hicieron en una ocasión mis alumnos, al profesor colombiano un ejemplo de buen pensador crítico por el desarrollo de habilidades como la empatía, la perseverancia, la entereza y la integridad?..., ¿deseamos dejar huella desde nuestra labor docente?, y si se requiriera, ¿nos convertiríamos en biblioburros?, ¿conocemos qué iniciativas como estas se están dando en Costa Rica?...,  ¿y las apoyaríamos?...
Qué orgulloso se debe sentir el profesor Soriano de saber que está transitando por esta vida dejando huella, que su labor está cultivando la mentalidad crítica, constructiva e imaginativa de sus conciudadanos, y que sus acciones sirven de ejemplo e inspiración a otros más allá de Colombia, estos son los héroes anónimos, los beneméritos a quienes no se les oficializa su título, los quijotes de nuestra época, los seres imprescindibles para seguir teniéndole fe a los humanos y quienes deben ser un referente de acción para construir un mejor mundo, por ello, en hora buena, la destacada labor del educador Soriano ha quedado registrada en un documental del profesor de la Universidad del Magdalena Carlos Rendón, y en Italia la bibliotecóloga Lucía Pignatelli, con su burro Serafino, se dedica a repartir libros, no porque no los haya, sino para fomentar más la pasión por la lectura.
Decisivamente iniciativas como la del biblioburro nos debe servir de reflexión, de ejemplo, de inspiración, de un llamado de atención, pero especialmente, de una toma de acción para incrementar el nivel de calidad de la enseñanza que se está brindando en nuestro país, pues tal y como señalara el poeta y dramaturgo alemán Johann Wolfgang Goethe: “No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer”. El profesor Luis Soriano es ejemplo patente del cumplimiento de esta máxima, ahora la pregunta es: ¿lo estaremos siendo nosotros?...

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