Martes, 07 Diciembre 2010 05:31

Universidades como agentes de cambio

Ante la complejidad de las demandas políticas, económicas, culturales y sociales del siglo XXI, el ámbito educativo también se ve inmerso en un eminente proceso de formación dentro de lo que es la sociedad global del conocimiento, de la era tecnológica y de diversidades étnicas, económicas y culturales, en este sentido, definitivamente los centros  universitarios, tanto públicos como privados, deben incorporarse a la vida social con un evidente signo de cambio que sea congruente con las innovaciones, requerimientos, necesidades y demandas de los alumnos.
Por lo tanto se hace una tarea imperiosa garantizar la calidad de las universidades mediante una pronta, efectiva y eficaz relectura de la enseñanza y el aprendizaje educativo. De hecho la exagerada proliferación de centros educativos obliga a las universidades, desde una óptica ética, moral y profesional, a contar con un profesorado que les ofrezca a los estudiantes, a cabalidad, los conocimientos y las herramientas necesarias para ejercer idóneamente sus profesiones, enfrentar las demandas que la sociedad les exigirá, y llevar a cabo un proceso de conocimiento individual que los haga mejores profesionales y humanos.
Entonces la misión de los docentes universitarios es la de abrirse a nuevas posibilidades de aprendizaje, a renovados horizontes educativos de reflexión y producción, a nuevos desarrollos de competencias, en los cuales la interacción institución-docente-estudiante-sociedad incentive el potencial humano para incorporar a los alumnos, de manera eficaz, a una sociedad más activa, tecnificada y globalizada.
Evidentemente estamos en una época de trasformaciones en donde lo que se requiere es alejarse del sistema tradicional memorístico, pasivo y autoritario de enseñanza para, fundamentalmente, preparar alumnos pensantes, creativos, participativos, sedientos de conocimiento, con criticidad, curiosidad intelectual, valores, artífices de reflexiones, toma de conciencia y proyección social…
Ante esta situación, la gestión de los docentes yace en orientar los modelos pedagógicos y el currículum a la evaluación y trasformación exhaustivas del sistema educativo para hacer del ejercicio de las careras una oportunidad exitosa de aplicación de los conocimientos en la realidad social y demandas del mercado laboral.
Basta observar muchos de los clasificados que aparecen en la prensa escrita para darse cuenta de que en muchas empresas, además de la pertinencia de un título, se exigen  competencias como el liderazgo, la interrelación personal, la capacidad creativa, el trabajo autónomo, el interés por actualizarse, el espíritu emprendedor, la capacidad de análisis, la toma de decisiones, la resolución de conflictos, la capacidad de negociación y el fomento de destrezas tanto en la comunicación oral como escrita.
Quizás la labor no sea sencilla, pero ello no es excusa para no proponerse a replantear el quehacer universitario.
Definitivamente en el tanto el profesor se pregunte constantemente ¿para qué?, ¿cuándo?, ¿por qué? y ¿cómo? establecer el aprendizaje…; en la medida en que se “aprenda a aprender” para adaptarse y responder a los cambios permanentes; y en el tanto las universidades estén abiertas a asumir los procesos de cambio y de redefiniciones curriculares acorde con las posturas del ejercicio profesional, podrá establecer un modelo pedagógico en donde el estudiante pueda asumir una postura flexible, reflexiva, activa y coherente con las exigencias socio-laborales.
No lo olvidemos: las universidades deben estar presentes en la vida social como agentes de cambio, como promotoras de servicios, pues como lo expresaba Jean Piaget: “La meta principal de la educación es crear personas que sean capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente de repetir  lo que otras generaciones han hecho”.
Ante la complejidad de las demandas políticas, económicas, culturales y sociales del siglo XXI, el ámbito educativo también se ve inmerso en un eminente proceso de formación dentro de lo que es la sociedad global del conocimiento, de la era tecnológica y de diversidades étnicas, económicas y culturales, en este sentido, definitivamente los centros  universitarios, tanto públicos como privados, deben incorporarse a la vida social con un evidente signo de cambio que sea congruente con las innovaciones, requerimientos, necesidades y demandas de los alumnos.
Por lo tanto se hace una tarea imperiosa garantizar la calidad de las universidades mediante una pronta, efectiva y eficaz relectura de la enseñanza y el aprendizaje educativo. De hecho la exagerada proliferación de centros educativos obliga a las universidades, desde una óptica ética, moral y profesional, a contar con un profesorado que les ofrezca a los estudiantes, a cabalidad, los conocimientos y las herramientas necesarias para ejercer idóneamente sus profesiones, enfrentar las demandas que la sociedad les exigirá, y llevar a cabo un proceso de conocimiento individual que los haga mejores profesionales y humanos.
Entonces la misión de los docentes universitarios es la de abrirse a nuevas posibilidades de aprendizaje, a renovados horizontes educativos de reflexión y producción, a nuevos desarrollos de competencias, en los cuales la interacción institución-docente-estudiante-sociedad incentive el potencial humano para incorporar a los alumnos, de manera eficaz, a una sociedad más activa, tecnificada y globalizada.
Evidentemente estamos en una época de trasformaciones en donde lo que se requiere es alejarse del sistema tradicional memorístico, pasivo y autoritario de enseñanza para, fundamentalmente, preparar alumnos pensantes, creativos, participativos, sedientos de conocimiento, con criticidad, curiosidad intelectual, valores, artífices de reflexiones, toma de conciencia y proyección social…
Ante esta situación, la gestión de los docentes yace en orientar los modelos pedagógicos y el currículum a la evaluación y trasformación exhaustivas del sistema educativo para hacer del ejercicio de las careras una oportunidad exitosa de aplicación de los conocimientos en la realidad social y demandas del mercado laboral.
Basta observar muchos de los clasificados que aparecen en la prensa escrita para darse cuenta de que en muchas empresas, además de la pertinencia de un título, se exigen  competencias como el liderazgo, la interrelación personal, la capacidad creativa, el trabajo autónomo, el interés por actualizarse, el espíritu emprendedor, la capacidad de análisis, la toma de decisiones, la resolución de conflictos, la capacidad de negociación y el fomento de destrezas tanto en la comunicación oral como escrita.
Quizás la labor no sea sencilla, pero ello no es excusa para no proponerse a replantear el quehacer universitario.
Definitivamente en el tanto el profesor se pregunte constantemente ¿para qué?, ¿cuándo?, ¿por qué? y ¿cómo? establecer el aprendizaje…; en la medida en que se “aprenda a aprender” para adaptarse y responder a los cambios permanentes; y en el tanto las universidades estén abiertas a asumir los procesos de cambio y de redefiniciones curriculares acorde con las posturas del ejercicio profesional, podrá establecer un modelo pedagógico en donde el estudiante pueda asumir una postura flexible, reflexiva, activa y coherente con las exigencias socio-laborales.
No lo olvidemos: las universidades deben estar presentes en la vida social como agentes de cambio, como promotoras de servicios, pues como lo expresaba Jean Piaget: “La meta principal de la educación es crear personas que sean capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente de repetir  lo que otras generaciones han hecho”.

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