Martes, 14 Junio 2011 06:07

¡Un asunto de dignidad y humanidad!

Hace unos días sufrí la pérdida de un querido amigo; además del dolor que me embargó este hecho, también he sentido indignación, enojo, frustración e impotencia por la manera tan sensacionalista en la que algunos medios de comunicación abordaron la noticia de su muerte.
Sencillamente no se vale ganar la atención del auditorio, despertar el morbo de la población o competir en el mercado informativo o lucrar valiéndose, inescrupulosamente, del dolor ajeno. ¿Qué se logra con abordar una noticia añadiendo información irrelevante o irrespetuosa?..., ¿qué  se pretende al exponer la vida privada de la víctima sin pensar que puede acrecentar el sufrimiento de los familiares?..., ¿qué se obtiene exponiendo fotografías que reflejan la brutalidad de un crimen?..., ¿qué se gana con enlodar el recuerdo de quien ya no está para defenderse?... ¿Cuál de estos comunicadores se hará responsable de mermar el impacto psicológico y emocional provocado al ver una imagen de un ser querido sangrante e inerte en la calle?... ¡Sencillamente no se vale!…
Es innegable que los medios de comunicación se han convertido en un instrumento de enorme poder social, de ahí que puedan ser la diferencia entre una sociedad informada y culturalmente preparada, o una que se oriente a la descomposición social. Por ello, ante esta invaluable responsabilidad de los medios, es preocupante y alarmante la actitud de algunos de ellos de seguir desvirtuando  las informaciones al plagarlas de altas dosis de sensacionalismo.
Me duele ver cómo en algunos medios, en especial televisivos y escritos, dominan las informaciones cargadas de pesimismo, sangrientas imágenes que parecen sacadas de la más terrible  película de terror, la falta de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno, rostros abatidos por el dolor ante una hostigadora cámara o lágrimas profanadas por las miradas de extraños. Por eso es lamentable que, ya sea por costumbre o ignorancia, muchas personas prefieran consumir este “espectáculo” noticioso amarillista de drama, sangre, dolor y negativismo, sin anteponer el dolor y la dignidad de parientes y amigos de las víctimas.
Ciertamente los medios de comunicación que así lo hacen deben dejar de lado ese amarillismo y superficialidad existentes, para volver a ser espacios de respetuosa convivencia pública; es decir, en donde el conjunto de profesionales, espectadores y consumidores de información, sea un epicentro de respeto, tolerancia y cultura de paz que nos lleve a consumir más sanas y  dignificantes informaciones a pesar de los sinsabores que este mundo acarrea.
Indudablemente todos los humanos no poseemos otro camino que el de realizarnos a nosotros mismos mediante el servicio a los demás. En este sentido, si hay una profesión que se asoma más a este propósito es la de los comunicadores, por ello debe ser un mandato ético y moral de cada comunicador el ser absolutamente sensible a las injusticias de este mundo, y a todo lo que merma la dignidad de las personas.
Sea este comentario una muestra de solidaridad con quienes han vivido y padecido este nefasto tipo de sensacionalismo; a la vez, un pequeño, pero muy emotivo homenaje, para ese especial hijo, esposo, padre y amigo que fue Greivin, y, también, una patente muestra de apoyo para su familia a quien le profeso un gran e imperecedero cariño.
Ojalá en algún momento ese distorsionado periodismo sensacionalista recobre la conciencia y vuelva su accionar a un periodismo de empatía, respeto y prudencia. Se trata, sencillamente, de un asunto de dignidad y humanidad…
Hace unos días sufrí la pérdida de un querido amigo; además del dolor que me embargó este hecho, también he sentido indignación, enojo, frustración e impotencia por la manera tan sensacionalista en la que algunos medios de comunicación abordaron la noticia de su muerte.
Sencillamente no se vale ganar la atención del auditorio, despertar el morbo de la población o competir en el mercado informativo o lucrar valiéndose, inescrupulosamente, del dolor ajeno. ¿Qué se logra con abordar una noticia añadiendo información irrelevante o irrespetuosa?..., ¿qué  se pretende al exponer la vida privada de la víctima sin pensar que puede acrecentar el sufrimiento de los familiares?..., ¿qué se obtiene exponiendo fotografías que reflejan la brutalidad de un crimen?..., ¿qué se gana con enlodar el recuerdo de quien ya no está para defenderse?... ¿Cuál de estos comunicadores se hará responsable de mermar el impacto psicológico y emocional provocado al ver una imagen de un ser querido sangrante e inerte en la calle?...
¡Sencillamente no se vale!…
Es innegable que los medios de comunicación se han convertido en un instrumento de enorme poder social, de ahí que puedan ser la diferencia entre una sociedad informada y culturalmente preparada, o una que se oriente a la descomposición social. Por ello, ante esta invaluable responsabilidad de los medios, es preocupante y alarmante la actitud de algunos de ellos de seguir desvirtuando  las informaciones al plagarlas de altas dosis de sensacionalismo.
Me duele ver cómo en algunos medios, en especial televisivos y escritos, dominan las informaciones cargadas de pesimismo, sangrientas imágenes que parecen sacadas de la más terrible  película de terror, la falta de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno, rostros abatidos por el dolor ante una hostigadora cámara o lágrimas profanadas por las miradas de extraños. Por eso es lamentable que, ya sea por costumbre o ignorancia, muchas personas prefieran consumir este “espectáculo” noticioso amarillista de drama, sangre, dolor y negativismo, sin anteponer el dolor y la dignidad de parientes y amigos de las víctimas.
Ciertamente los medios de comunicación que así lo hacen deben dejar de lado ese amarillismo y superficialidad existentes, para volver a ser espacios de respetuosa convivencia pública; es decir, en donde el conjunto de profesionales, espectadores y consumidores de información, sea un epicentro de respeto, tolerancia y cultura de paz que nos lleve a consumir más sanas y  dignificantes informaciones a pesar de los sinsabores que este mundo acarrea.
Indudablemente todos los humanos no poseemos otro camino que el de realizarnos a nosotros mismos mediante el servicio a los demás. En este sentido, si hay una profesión que se asoma más a este propósito es la de los comunicadores, por ello debe ser un mandato ético y moral de cada comunicador el ser absolutamente sensible a las injusticias de este mundo, y a todo lo que merma la dignidad de las personas.
Sea este comentario una muestra de solidaridad con quienes han vivido y padecido este nefasto tipo de sensacionalismo; a la vez, un pequeño, pero muy emotivo homenaje, para ese especial hijo, esposo, padre y amigo que fue Greivin, y, también, una patente muestra de apoyo para su familia a quien le profeso un gran e imperecedero cariño.
Ojalá en algún momento ese distorsionado periodismo sensacionalista recobre la conciencia y vuelva su accionar a un periodismo de empatía, respeto y prudencia. Se trata, sencillamente, de un asunto de dignidad y humanidad…

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