Miércoles, 13 Octubre 2010 05:44

La juventud siempre vence, la juventud siempre avanza…

Hace unos días,  recibí una invitación para participar en una actividad motivacional para el personal de un Hogar de Ancianos en Guadalupe de Cartago,  actividad a la que con todo gusto accedí,  pues sé de la labor encomiable que llevan adelante ese y otros muchos centros de atención del adulto mayor en Costa Rica.
La idea para la creación de este hogar,  surgió de un grupo de personas hace muchos años y el detonante fue la necesidad de atender a uno de esos pintorescos personajes de los que abundan en las comunidades, quien además de no contar con una familia que lo asistiera, fue abandonado también por la sociedad.   Don Bienvenido, que era su nombre de pila pero a quien la mayoría lo conocía como “Gallinita”,  terminó sus días con el auxilio de un grupo de gente que lo atendió en un pequeño cuartito anexo  a la Casa Cural,  con la venia de un sacerdote español de nombre Joaquín Stork.  Ese hecho, marcó el nacimiento del Hogar Manos de Jesús,  institución que atiende actualmente una población de 50 adultos, cuenta con 25 empleados, es dirigido por una Junta Directiva ad-honoren,  supervisado por el CONAPAM y auxiliado financieramente por otras instituciones como la Junta de Protección Social.
¿Cuántas veces se repite esta historia en Costa Rica? ¿Cuántos hogares han nacido como este,  de la necesidad de manos solidarias que estén dispuestas a socorrer al anciano abandonado por todos?
Quiero  confesarles, que como reza el adagio aquel de que “quien viene por lana sale  trasquilado”,  llegué a ese lugar con la idea de motivar al personal pero quien terminó siendo motivado y tocado en el corazón fui yo.   La primera sorpresa,  fue encontrarme con un personal cuya edad promedio no superaba los 30 años y entre los que me encontré profesionales en enfermería, auxiliares,  un contador, un administrador, terapistas físicos y gente que labora como “cuidadores”,  en la cocina o en la lavandería.    Por otro lado,  una Junta Directiva compuesta por gente menos joven en edad cronológica pero con la energía propia de los chiquillos. Algunas de esas personas son pensionados y otras dejan sus actividades y disponen de su tiempo para dirigir con gran tino,  una institución que requiere una dirección de alto nivel.
En la actividad preparada,  todos los funcionarios debían ausentarse de las labores cotidianas,  que por razones obvias no pueden interrumpirse  un solo minuto durante todo el año.  Para que la actividad pudiera ser llevada a cabo con éxito, cada uno de los funcionarios debió ser sustituido por  personas que dan un servicio gratuito como voluntarios.   De esto, lo que me terminó de maravillar fue que todos esos voluntarios eran muchachos de 20 años o menos y estaban allí a cargo de toda aquella obra social y de aquella logística operacional, propia de un hospital.
Ver esto, me llenó de esperanza,  pues ante tanta mala noticia respecto de la violencia en la que están inmersos los jóvenes,  de la amenaza de las drogas, de la falta de valores, de compromiso y de entrega por parte de este sector de la población, se da uno cuenta de que esos son una minoría y que hay muchos que están en otra sintonía, que están construyendo su vida en función del estudio, de la solidaridad y del servicio desinteresado a otros.
Con el último suspiro de vida, en su ancianidad, Juan Pablo II se dirigió precisamente a los jóvenes con un “no tengan miedo”.  En ocasión de celebrarse en Octubre el mes del adulto mayor,  podemos decirle a los viejitos de este país que no tengan miedo, porque hay gente joven dispuesta a ayudarlos y recordarles las palabras del poeta español Miguel Hernández:  “la juventud siempre vence, la juventud siempre avanza”.
Hace unos días,  recibí una invitación para participar en una actividad motivacional para el personal de un Hogar de Ancianos en Guadalupe de Cartago,  actividad a la que con todo gusto accedí,  pues sé de la labor encomiable que llevan adelante ese y otros muchos centros de atención del adulto mayor en Costa Rica.
La idea para la creación de este hogar,  surgió de un grupo de personas hace muchos años y el detonante fue la necesidad de atender a uno de esos pintorescos personajes de los que abundan en las comunidades, quien además de no contar con una familia que lo asistiera, fue abandonado también por la sociedad.   Don Bienvenido, que era su nombre de pila pero a quien la mayoría lo conocía como “Gallinita”,  terminó sus días con el auxilio de un grupo de gente que lo atendió en un pequeño cuartito anexo  a la Casa Cural,  con la venia de un sacerdote español de nombre Joaquín Stork.  Ese hecho, marcó el nacimiento del Hogar Manos de Jesús,  institución que atiende actualmente una población de 50 adultos, cuenta con 25 empleados, es dirigido por una Junta Directiva ad-honoren,  supervisado por el CONAPAM y auxiliado financieramente por otras instituciones como la Junta de Protección Social.
¿Cuántas veces se repite esta historia en Costa Rica? ¿Cuántos hogares han nacido como este,  de la necesidad de manos solidarias que estén dispuestas a socorrer al anciano abandonado por todos?
Quiero  confesarles, que como reza el adagio aquel de que “quien viene por lana sale  trasquilado”,  llegué a ese lugar con la idea de motivar al personal pero quien terminó siendo motivado y tocado en el corazón fui yo.   La primera sorpresa,  fue encontrarme con un personal cuya edad promedio no superaba los 30 años y entre los que me encontré profesionales en enfermería, auxiliares,  un contador, un administrador, terapistas físicos y gente que labora como “cuidadores”,  en la cocina o en la lavandería.    Por otro lado,  una Junta Directiva compuesta por gente menos joven en edad cronológica pero con la energía propia de los chiquillos. Algunas de esas personas son pensionados y otras dejan sus actividades y disponen de su tiempo para dirigir con gran tino,  una institución que requiere una dirección de alto nivel.
En la actividad preparada,  todos los funcionarios debían ausentarse de las labores cotidianas,  que por razones obvias no pueden interrumpirse  un solo minuto durante todo el año.  Para que la actividad pudiera ser llevada a cabo con éxito, cada uno de los funcionarios debió ser sustituido por  personas que dan un servicio gratuito como voluntarios.   De esto, lo que me terminó de maravillar fue que todos esos voluntarios eran muchachos de 20 años o menos y estaban allí a cargo de toda aquella obra social y de aquella logística operacional, propia de un hospital.
Ver esto, me llenó de esperanza,  pues ante tanta mala noticia respecto de la violencia en la que están inmersos los jóvenes,  de la amenaza de las drogas, de la falta de valores, de compromiso y de entrega por parte de este sector de la población, se da uno cuenta de que esos son una minoría y que hay muchos que están en otra sintonía, que están construyendo su vida en función del estudio, de la solidaridad y del servicio desinteresado a otros.
Con el último suspiro de vida, en su ancianidad, Juan Pablo II se dirigió precisamente a los jóvenes con un “no tengan miedo”.
En ocasión de celebrarse en Octubre el mes del adulto mayor,  podemos decirle a los viejitos de este país que no tengan miedo, porque hay gente joven dispuesta a ayudarlos y recordarles las palabras del poeta español Miguel Hernández:  “la juventud siempre vence, la juventud siempre avanza”.

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