Jueves, 23 Diciembre 2010 07:48

Jesús, ¡el verdadero protagonista!

En esta época tan especial, en este tiempo de alegría y convivio familiar, cuando la Navidad ya se encuentra aquí, qué especial momento para reflexionar, compartir,  perdonar, y  ser cada vez mejores humanos, pues es una gran bendición que se nos permita, nuevamente, que Dios nazca en nuestros corazones.
Sin duda, la Navidad constituye un crecimiento interno inminente pues en esa mágica noche estaremos celebrando el nacimiento histórico de Jesús y la presencia de Dios entre nosotros. Una encarnación en donde Dios tiene la delicadeza de esperar el consentimiento de aquella pareja de Nazareth, José y María.
De esta manera Jesús es fruto del diálogo más perfecto entre Dios y los hombres, fruto de la escucha de la Palabra de Dios y de su obediencia por parte de aquellos esposos. Sólo así podría Dios encarnarse y salvarnos siendo “Dios con y entre nosotros”. En la misma Sagrada Escritura se nos dice que Dios no puede vivir entre nosotros sin nuestro consentimiento.
No obstante, en estos días generalmente las personas la pasan tan ocupadas con, por ejemplo, la compra de regalos, fiestas o preparación de platillos especiales que a muchas se les olvida por completo sentarse a reflexionar sobre el valor del nacimiento de Jesús, a reconocer su impacto en nuestras existencias y, por lo tanto, a consentir, “decir sí”, a Dios en nuestras vidas.
Valga tener presente, entonces, que la encarnación de Dios entre nosotros hace más de dos mil años, además de representar un hecho histórico que ha marcado la historia de vida de millones de personas, también simboliza el recordatorio de que Jesús sigue viviendo entre nosotros: en la sonrisa e inocencia de un niño, en el aroma de una flor, en la magia de un amanecer o un anochecer, en la lluvia, en el abrazo de una madre o un padre, en los soplidos del viento, en el consuelo de un enfermo o un desamparado, en nuestra capacidad de pensar y sentir, en los alimentos de cada día, o en los pliegues de sabiduría de los ancianos.
Por lo tanto, si Él sigue viviendo entre nosotros, y de tantas maneras, deberíamos replantearnos ¿cómo lo recibiremos en nuestros hogares esta Navidad?... ¿Con regalos y fiestas solamente?... ¿Con una actitud superficial y rutinaria?...
Ciertamente Dios necesita de nuestra escucha, de nuestro diálogo, de nuestra acción, pues existen muchas situaciones como el desorden social existente, las familias desintegradas, los hijos alejados u olvidados por sus padres, los cientos de casos de intolerancia, la violencia intrafamiliar, en fin, tantas situaciones en las cuales se evidencia que hemos dejado a Dios a un lado y no hemos deseado que se encarne entre nosotros.
Ante este panorama, ojalá que el gozo de esta Navidad sea sincero y profundo, y no solamente basado en unos regalos, una comida o una rutinaria celebración. Ojalá esta Navidad nos llene de gozo el contemplar a Jesús presente en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestros trabajos, y que nos ayude a no perder la esperanza de poderlo contemplar también, a plenitud, en nuestra sociedad, en nuestras relaciones con nuestros hermanos nacionales y extranjeros.
Vivamos estos días de Navidad con Jesús naciendo en nuestras almas. Que Jesús no se convierta, una vez más, en el extraño invitado de nuestros hogares ni de nuestras vidas, sino el verdadero protagonista, y de esta manera todos los creyentes, a una sola voz, exclamar: ¡Alabado sea el verbo encarnado!
¡Feliz Navidad estimadas y estimados oyentes de Panorama!
En esta época tan especial, en este tiempo de alegría y convivio familiar, cuando la Navidad ya se encuentra aquí, qué especial momento para reflexionar, compartir,  perdonar, y  ser cada vez mejores humanos, pues es una gran bendición que se nos permita, nuevamente, que Dios nazca en nuestros corazones.
Sin duda, la Navidad constituye un crecimiento interno inminente pues en esa mágica noche estaremos celebrando el nacimiento histórico de Jesús y la presencia de Dios entre nosotros. Una encarnación en donde Dios tiene la delicadeza de esperar el consentimiento de aquella pareja de Nazareth, José y María.
De esta manera Jesús es fruto del diálogo más perfecto entre Dios y los hombres, fruto de la escucha de la Palabra de Dios y de su obediencia por parte de aquellos esposos. Sólo así podría Dios encarnarse y salvarnos siendo “Dios con y entre nosotros”. En la misma Sagrada Escritura se nos dice que Dios no puede vivir entre nosotros sin nuestro consentimiento.
No obstante, en estos días generalmente las personas la pasan tan ocupadas con, por ejemplo, la compra de regalos, fiestas o preparación de platillos especiales que a muchas se les olvida por completo sentarse a reflexionar sobre el valor del nacimiento de Jesús, a reconocer su impacto en nuestras existencias y, por lo tanto, a consentir, “decir sí”, a Dios en nuestras vidas.
Valga tener presente, entonces, que la encarnación de Dios entre nosotros hace más de dos mil años, además de representar un hecho histórico que ha marcado la historia de vida de millones de personas, también simboliza el recordatorio de que Jesús sigue viviendo entre nosotros: en la sonrisa e inocencia de un niño, en el aroma de una flor, en la magia de un amanecer o un anochecer, en la lluvia, en el abrazo de una madre o un padre, en los soplidos del viento, en el consuelo de un enfermo o un desamparado, en nuestra capacidad de pensar y sentir, en los alimentos de cada día, o en los pliegues de sabiduría de los ancianos.
Por lo tanto, si Él sigue viviendo entre nosotros, y de tantas maneras, deberíamos replantearnos ¿cómo lo recibiremos en nuestros hogares esta Navidad?... ¿Con regalos y fiestas solamente?... ¿Con una actitud superficial y rutinaria?...
Ciertamente Dios necesita de nuestra escucha, de nuestro diálogo, de nuestra acción, pues existen muchas situaciones como el desorden social existente, las familias desintegradas, los hijos alejados u olvidados por sus padres, los cientos de casos de intolerancia, la violencia intrafamiliar, en fin, tantas situaciones en las cuales se evidencia que hemos dejado a Dios a un lado y no hemos deseado que se encarne entre nosotros.
Ante este panorama, ojalá que el gozo de esta Navidad sea sincero y profundo, y no solamente basado en unos regalos, una comida o una rutinaria celebración. Ojalá esta Navidad nos llene de gozo el contemplar a Jesús presente en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestros trabajos, y que nos ayude a no perder la esperanza de poderlo contemplar también, a plenitud, en nuestra sociedad, en nuestras relaciones con nuestros hermanos nacionales y extranjeros.
Vivamos estos días de Navidad con Jesús naciendo en nuestras almas. Que Jesús no se convierta, una vez más, en el extraño invitado de nuestros hogares ni de nuestras vidas, sino el verdadero protagonista, y de esta manera todos los creyentes, a una sola voz, exclamar: ¡Alabado sea el verbo encarnado!
¡Feliz Navidad estimadas y estimados oyentes de Panorama!

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