Martes, 14 Septiembre 2010 06:08

El padre Florencio Castillo, Primer diputado de Costa Rica en toda su historia

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 En 1780 doña Cecilia Castillo Villagra salió con sus tres hijos de Ujarrás rumbo a San José buscando mejores horizontes. Una mujer emprendedora con una inteligencia muy viva que se mostró ágil para los negocios, pero también con una visión que la hacía sospechar futuros mejores para sus hijos, entre otros medios, por el desarrollo del cultivo del tabaco en San José y la educación privada que en esta población podía favorecer a sus hijos.
 No se equivocó en su sospecha.  Entre esos tres niños venía el Benemérito de la Patria, padre Florencio Castillo, tenía dos años, y parte de su infancia y juventud la vivió en la casa que su madre compró diagonal a la actual esquina noreste de la Catedral, donde se encuentra hoy el edificio del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), razón por la cual en los datos biográficos siempre se identificó como josefino.
 Aunque buscaba un buen futuro para sus hijos, tal vez doña Cecilia Castillo no imaginó que por esa decisión favoreció que un 1 de octubre de 1810, precisamente hace doscientos años, su hijo iba a ser elegido diputado a las Cortes de Cádiz. Este hecho, que debe ser valorado por sus compatriotas en sus diferentes significados, fue el inicio de la vida parlamentaria de Costa Rica, se trata de la elección de su primer diputado a un Congreso de estilo moderno y democrático. Era la primera vez que América era citada con voz y voto a unas Cortes españolas, es decir, podía aportar, opinar libremente, podía decidir de manera directa junto con los diputados de España.
 Para la elección del padre Florencio como diputado no hubo campaña política ni él se lo propuso. Los méritos académicos que había cosechado en el Seminario de San Ramón Nonato en León, Nicaragua, donde se graduó de bachiller en Filosofía y Derecho Canónico, fueron su carta de presentación. Sus cualidades cristianas como sacerdote las conocieron también los costarricenses cuando estuvo por más de dos años como cura en la comunidad de Alajuela. Estas fueron las razones por las que sus compatriotas lo incluyeron en la terna de candidatos a diputado, la mano de un niño sacó el papel donde estaba escrito su nombre.
 Su acción en las Cortes fue descollante y siempre lo guió buscar el bien de los demás, nunca el suyo propio. Gastó gran parte de sus bienes hasta rozar la pobreza para pagar los gastos de su tarea, pues su país no le enviaba el sueldo al que como diputado tenía derecho. Su persona y capacidades fueron valoradas por sus compañeros congresistas como para confiarle primero la vicepresidente, luego la secretaría y, finalmente, la presidencia de las Cortes, para gloria de su amada Costa Rica, como él expresó en Carta enviada al Ayuntamiento de Cartago.
 Siempre se ha destacado de la participación del padre Florencio Castillo en las Cortes de Cádiz la defensa que hizo de los negros y de los indígenas, acción valorada por sus contemporáneos en España y a lo largo del tiempo en los análisis históricos que se han hecho de aquel Congreso, sin embargo, hubo otras muchas temáticas importantes en las que expresó sus ideas, guiadas siempre por principios cristianos y humanos, constituyéndose en un deber para sus actuales compatriotas conocer, analizar y divulgar ese pensamiento, cuánto más ahora que nuestro país está ayuno de modelos y líderes de esta altura en todos los campos del quehacer social.
 Acertó doña Cecilia Castillo al tomar la decisión de salir de Ujarrás buscando oportunidades para su familia; al celebrar los doscientos años de su nombramiento como diputado, nuestro primer diputado en toda la historia, ojalá los costarricenses tengamos el mismo acierto de su madre, en este caso para aprender del padre Florencio Castillo y servir a la Patria sin ningún otro interés que el bien de los demás, buscando fundamentar nuestra acción en una reflexión seria, en principios justos que sostengan la nobleza que debe caracterizar nuestras acciones.
P. Manuel Benavides Barquero.
Historiador.
 En 1780 doña Cecilia Castillo Villagra salió con sus tres hijos de Ujarrás rumbo a San José buscando mejores horizontes. Una mujer emprendedora con una inteligencia muy viva que se mostró ágil para los negocios, pero también con una visión que la hacía sospechar futuros mejores para sus hijos, entre otros medios, por el desarrollo del cultivo del tabaco en San José y la educación privada que en esta población podía favorecer a sus hijos.
 No se equivocó en su sospecha.  Entre esos tres niños venía el Benemérito de la Patria, padre Florencio Castillo, tenía dos años, y parte de su infancia y juventud la vivió en la casa que su madre compró diagonal a la actual esquina noreste de la Catedral, donde se encuentra hoy el edificio del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), razón por la cual en los datos biográficos siempre se identificó como josefino.
 Aunque buscaba un buen futuro para sus hijos, tal vez doña Cecilia Castillo no imaginó que por esa decisión favoreció que un 1 de octubre de 1810, precisamente hace doscientos años, su hijo iba a ser elegido diputado a las Cortes de Cádiz. Este hecho, que debe ser valorado por sus compatriotas en sus diferentes significados, fue el inicio de la vida parlamentaria de Costa Rica, se trata de la elección de su primer diputado a un Congreso de estilo moderno y democrático. Era la primera vez que América era citada con voz y voto a unas Cortes españolas, es decir, podía aportar, opinar libremente, podía decidir de manera directa junto con los diputados de España.
 Para la elección del padre Florencio como diputado no hubo campaña política ni él se lo propuso. Los méritos académicos que había cosechado en el Seminario de San Ramón Nonato en León, Nicaragua, donde se graduó de bachiller en Filosofía y Derecho Canónico, fueron su carta de presentación. Sus cualidades cristianas como sacerdote las conocieron también los costarricenses cuando estuvo por más de dos años como cura en la comunidad de Alajuela. Estas fueron las razones por las que sus compatriotas lo incluyeron en la terna de candidatos a diputado, la mano de un niño sacó el papel donde estaba escrito su nombre.
 Su acción en las Cortes fue descollante y siempre lo guió buscar el bien de los demás, nunca el suyo propio. Gastó gran parte de sus bienes hasta rozar la pobreza para pagar los gastos de su tarea, pues su país no le enviaba el sueldo al que como diputado tenía derecho. Su persona y capacidades fueron valoradas por sus compañeros congresistas como para confiarle primero la vicepresidente, luego la secretaría y, finalmente, la presidencia de las Cortes, para gloria de su amada Costa Rica, como él expresó en Carta enviada al Ayuntamiento de Cartago.
 Siempre se ha destacado de la participación del padre Florencio Castillo en las Cortes de Cádiz la defensa que hizo de los negros y de los indígenas, acción valorada por sus contemporáneos en España y a lo largo del tiempo en los análisis históricos que se han hecho de aquel Congreso, sin embargo, hubo otras muchas temáticas importantes en las que expresó sus ideas, guiadas siempre por principios cristianos y humanos, constituyéndose en un deber para sus actuales compatriotas conocer, analizar y divulgar ese pensamiento, cuánto más ahora que nuestro país está ayuno de modelos y líderes de esta altura en todos los campos del quehacer social.
 Acertó doña Cecilia Castillo al tomar la decisión de salir de Ujarrás buscando oportunidades para su familia; al celebrar los doscientos años de su nombramiento como diputado, nuestro primer diputado en toda la historia, ojalá los costarricenses tengamos el mismo acierto de su madre, en este caso para aprender del padre Florencio Castillo y servir a la Patria sin ningún otro interés que el bien de los demás, buscando fundamentar nuestra acción en una reflexión seria, en principios justos que sostengan la nobleza que debe caracterizar nuestras acciones.
P. Manuel Benavides Barquero.
Historiador.
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