Viernes, 28 Enero 2011 05:22

Ecos de un discurso oscurecido.

Recientemente tuve ocasión de releer el mensaje que el Papa pronunció con motivo de la audiencia que el pasado 3 de diciembre concedió al nuevo embajador de nuestro país ente la Santa Sede y he vuelto a tener la certeza de que se trata de una pieza llena de una gran riqueza de contenido que, lamentablemente, nuestros medios de comunicación supieron hábilmente acallar para destacar solamente alguna que otra idea secundaria y disimular el resto del discurso de cara al gran público.
Luego de recordar el año jubilar mariano que vive nuestro país, hizo ver el Papa cómo la fe cristiana ha de cristalizarse en opciones muy concretas a favor de los más urgidos y de situaciones tan concretas como la pobreza, la violencia doméstica, el desempleo y la corrupción. E invitó a compromisos concretos –de los que nadie puede sentirse ajeno- con respecto a la promoción de la justicia social, el bien común y el progreso integral de las personas.
No obvió recordar el deber de la autoridad pública por resguardar al ser humano desde la concepción tal y como lo anota el Pacto de San José que, justamente, Benedicto XVI recordó como firmado en nuestra capital y que resguarda los derechos de los no nacidos. Una perspectiva muy distinta de la asumida por algunos medios de nuestro país que han hecho una opción violenta en contra del embrión humano y su estatuto de persona.
En la parte final del discurso, el Papa animó a recorrer el camino hacia un solemne acuerdo jurídico entre la Santa Sede y el estado de Costa Rica que plasme la larga historia de colaboración entre ambos estados y que permita resguardar la independencia y el respeto mutuos. Una manera de mirar el tema del estado laico que, como resulta claro, difiere bastante de las iras de más de un grupo extremo que en nuestro medio aborda el tema una y otra vez con un tono extrañamente hostil.
Invitando el Papa a atender las consecuencias del narcotráfico, la seguridad ciudadana y la atención integral de la juventud, los privados de libertad y los ancianos, lo mismo que la protección de la familia, cerraba su discurso sin obviar el tema medioambiental que es tan fundamental en la perspectiva social de este pontífice.
Como se ve, se trata de una reflexión muy integral y empobrecida por el acostumbrado modo de informar de los mass media locales en temas relacionados con la Iglesia. El tema destacado más ampliamente, incluso en enormes titulares, no llega a abarcar –como es notorio en el texto oficial-, ni dos renglones de todo el discurso pontificio.
Allí queda una reflexión que, en pocas palabras, nos pone ante temas esenciales que, ojalá muy pronto, puedan ser abordados por el gobierno del país más feliz del mundo que, sin embargo, descubre un día sí y otro también que el estado está entrabado de tal manera que hace imposible dar los pasos que la realidad presente exige si no queremos comenzar a hacer más agua de la que ya, de por sí, amenaza con hundirnos y quitarnos la sonrisa de los rostros.
05:24 a.m. 28/01/2011
Recientemente tuve ocasión de releer el mensaje que el Papa pronunció con motivo de la audiencia que el pasado 3 de diciembre concedió al nuevo embajador de nuestro país ente la Santa Sede y he vuelto a tener la certeza de que se trata de una pieza llena de una gran riqueza de contenido que, lamentablemente, nuestros medios de comunicación supieron hábilmente acallar para destacar solamente alguna que otra idea secundaria y disimular el resto del discurso de cara al gran público.
Luego de recordar el año jubilar mariano que vive nuestro país, hizo ver el Papa cómo la fe cristiana ha de cristalizarse en opciones muy concretas a favor de los más urgidos y de situaciones tan concretas como la pobreza, la violencia doméstica, el desempleo y la corrupción. E invitó a compromisos concretos –de los que nadie puede sentirse ajeno- con respecto a la promoción de la justicia social, el bien común y el progreso integral de las personas.
No obvió recordar el deber de la autoridad pública por resguardar al ser humano desde la concepción tal y como lo anota el Pacto de San José que, justamente, Benedicto XVI recordó como firmado en nuestra capital y que resguarda los derechos de los no nacidos. Una perspectiva muy distinta de la asumida por algunos medios de nuestro país que han hecho una opción violenta en contra del embrión humano y su estatuto de persona.
En la parte final del discurso, el Papa animó a recorrer el camino hacia un solemne acuerdo jurídico entre la Santa Sede y el estado de Costa Rica que plasme la larga historia de colaboración entre ambos estados y que permita resguardar la independencia y el respeto mutuos. Una manera de mirar el tema del estado laico que, como resulta claro, difiere bastante de las iras de más de un grupo extremo que en nuestro medio aborda el tema una y otra vez con un tono extrañamente hostil.
Invitando el Papa a atender las consecuencias del narcotráfico, la seguridad ciudadana y la atención integral de la juventud, los privados de libertad y los ancianos, lo mismo que la protección de la familia, cerraba su discurso sin obviar el tema medioambiental que es tan fundamental en la perspectiva social de este pontífice.
Como se ve, se trata de una reflexión muy integral y empobrecida por el acostumbrado modo de informar de los mass media locales en temas relacionados con la Iglesia. El tema destacado más ampliamente, incluso en enormes titulares, no llega a abarcar –como es notorio en el texto oficial-, ni dos renglones de todo el discurso pontificio.
Allí queda una reflexión que, en pocas palabras, nos pone ante temas esenciales que, ojalá muy pronto, puedan ser abordados por el gobierno del país más feliz del mundo que, sin embargo, descubre un día sí y otro también que el estado está entrabado de tal manera que hace imposible dar los pasos que la realidad presente exige si no queremos comenzar a hacer más agua de la que ya, de por sí, amenaza con hundirnos y quitarnos la sonrisa de los rostros.
05:24 a.m. 28/01/2011

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