Jueves, 07 Julio 2011 04:39

Dios, la Iglesia y los no creyentes.

Es una realidad difícilmente discutible que, si algo tiene uno claro con respecto a las personas que se dicen no creyentes es, sin disimulos, la pésima impresión que poseen del cristianismo hasta el punto de deformarlo, caricaturizarlo y mostrarlo tan horrible que, ciertamente, nadie podría adherirse a eso que ellos denominan el camino enseñado por Jesús de Nazaret.
Gracias a Dios la manera de comprender el cristianismo de los no creyentes o agnósticos es falsa y rotundamente anuladora, pues si fuera realidad lo que dicen estas personas que dicen no creer, el camino propuesto por el Hijo de Dios encarnado sería inviable, su propuesta irrelevante y la respuesta que da a la pregunta sobre la plenitud humana, más que imposible.
Últimamente y a propósito de algunas mesas redondas en las que he tenido ocasión de participar, me ha quedado esto, que he dicho, muy claro. Hasta hace poco, conocía de oídas esta visión del cristianismo tan pobre y deformada que manejan los no creyentes o alejados pero ahora, luego de oír y oír, ya no me queda duda de que es una lamentable verdad.
Cuánta razón tenía el Patriarca Atenágoras cuando decía que él jamás creería en el Dios en que dicen no creer los ateos. Es cruel e inhumano. El Dios de la tradición cristiana no es así, todo lo contrario.
Por otra parte, la moral cristiana y el derecho canónico son, para estar personas lejanas de la fe y del conocimiento básico del cristianismo real, verdaderas cruces inaceptables. Más si uno les escucha con atención, se percibe que, en su perspectiva, se justifica tanta lejanía y hasta cierta alergia. La moral cristiana y el derecho de la Iglesia que dicen comprender los ateos no es más que una caricatura con respecto a lo que la realidad muestra.
En esta línea, como decía, brillan algunas intervenciones anticristianas en el marco de algunas mesas redondas en las que he participado y en más de un foro que se abierto en redes sociales a propósito del tema de la fecundación in Vitro. En los medios escritos  resulta destacable, en esta línea, cuanto escribe Claudia Barrionuevo, cada vez, que en La República, hace alguna referencia acerca de la Iglesia, el cristianismo o los cristianos.
Ojalá que, de alguna manera, algún día logremos desde la Iglesia, hacernos entender adecuadamente y que, con actitudes más adecuadas, inteligentes y contextualizadas, procuremos que el Atrio de los gentiles sea más acogedor, formativo y capaz de suscitar diálogo adecuado y respetuoso. Por esta vía, todos ganaremos.
Es una realidad difícilmente discutible que, si algo tiene uno claro con respecto a las personas que se dicen no creyentes es, sin disimulos, la pésima impresión que poseen del cristianismo hasta el punto de deformarlo, caricaturizarlo y mostrarlo tan horrible que, ciertamente, nadie podría adherirse a eso que ellos denominan el camino enseñado por Jesús de Nazaret.
Gracias a Dios la manera de comprender el cristianismo de los no creyentes o agnósticos es falsa y rotundamente anuladora, pues si fuera realidad lo que dicen estas personas que dicen no creer, el camino propuesto por el Hijo de Dios encarnado sería inviable, su propuesta irrelevante y la respuesta que da a la pregunta sobre la plenitud humana, más que imposible.
Últimamente y a propósito de algunas mesas redondas en las que he tenido ocasión de participar, me ha quedado esto, que he dicho, muy claro. Hasta hace poco, conocía de oídas esta visión del cristianismo tan pobre y deformada que manejan los no creyentes o alejados pero ahora, luego de oír y oír, ya no me queda duda de que es una lamentable verdad.
Cuánta razón tenía el Patriarca Atenágoras cuando decía que él jamás creería en el Dios en que dicen no creer los ateos. Es cruel e inhumano. El Dios de la tradición cristiana no es así, todo lo contrario.
Por otra parte, la moral cristiana y el derecho canónico son, para estar personas lejanas de la fe y del conocimiento básico del cristianismo real, verdaderas cruces inaceptables. Más si uno les escucha con atención, se percibe que, en su perspectiva, se justifica tanta lejanía y hasta cierta alergia. La moral cristiana y el derecho de la Iglesia que dicen comprender los ateos no es más que una caricatura con respecto a lo que la realidad muestra.
En esta línea, como decía, brillan algunas intervenciones anticristianas en el marco de algunas mesas redondas en las que he participado y en más de un foro que se abierto en redes sociales a propósito del tema de la fecundación in Vitro. En los medios escritos  resulta destacable, en esta línea, cuanto escribe Claudia Barrionuevo, cada vez, que en La República, hace alguna referencia acerca de la Iglesia, el cristianismo o los cristianos.
Ojalá que, de alguna manera, algún día logremos desde la Iglesia, hacernos entender adecuadamente y que, con actitudes más adecuadas, inteligentes y contextualizadas, procuremos que el Atrio de los gentiles sea más acogedor, formativo y capaz de suscitar diálogo adecuado y respetuoso. Por esta vía, todos ganaremos.

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