Miércoles, 15 Octubre 2014 07:23

Diálogo democrático

En el camino hacia el perfeccionamiento de la democracia como un efectivo factor de convivencia social, el diálogo se impone como atributo esencial de la acción política. Esto es, cultivar el hábito de escuchar y ser escuchado; de debatir y proponer; de aprender y llegar a acuerdos.

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Actualmente la política democrática debe hacerse argumentada, pues el diálogo nos permite conocer mejor los lineamientos del gobierno, valorar las visiones y necesidades del país, comprender y practicar sanamente la política, ostentar un espacio para exponer razones y llevar a cabo un sano intercambio racional de opiniones.

La democracia debe ser un ejercicio de tolerancia, inteligencia y lucidez, no de acciones instintivas. Por eso, en el diálogo democrático las mejores opiniones no son aquellas que se pronuncian más alto o se repiten más veces, sino las que nacen de ideas y reflexiones que proponen, corrigen, enriquecen, colaboran y convencen apelando a la razón.

Además el diálogo es el fundamento para negociar, generar consensos, acordar nuestros desacuerdos y administrar los conflictos. Es decir, constituye un cambio de actitud por el cual se comprenda que estos son tiempos donde la política democrática también es el arte de buscar acuerdos mediante el diálogo, para ello se deben conocer las propias leyes de este para su efectiva práctica.

En primer lugar amerita una enorme capacidad y compromiso para ser interlocutores honestos y creíbles; en segundo, que se establezcan los formatos adecuados para que el lenguaje común que requiere un diálogo no se convierta en monólogo; y en tercero, que se determinen los acuerdos sustanciales y sus posibles efectos, es decir, que los acuerdos no se conviertan solamente en letra o palabras muertas.

Lo importante es que ante la falta de claridad, el diálogo resulta ser el mejor instrumento de conciliación, porque cuando la confrontación o las actitudes del “todo o nada” remplazan al diálogo, no se llega a buen puerto. Por ello, la improvisación, mecanismo ya general en el accionar político, tiene que dar paso a la comprensión del antes y del después, para forjar el presente. Pues quienes consideran que las circunstancias siguen, y podrían seguir igual, están condenados a vivir en el error.

El triunfo de la democracia, bajo un claro sentido de diálogo prudente, inteligente y con visión de futuro, se debe definir ahora. En este sentido se debe apostar a la fortaleza y a las propuestas, es decir, a las acciones; no a las ofensas, las revueltas sociales o las excusas, porque el diálogo es la estrategia, la vía, la concepción y el compromiso de todos los costarricenses rumbo al progreso democrático de nuestra Nación.

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