Viernes, 27 Enero 2012 05:46

De la mano del Pensamiento Crítico

Ya en la década de los ochenta se había planteado en algunos de los países industrializados, sobre todo Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá, la necesidad de lograr una educación más integral y dinámica cuando un grupo de expertos, entre ellos  educadores,  filósofos,  filólogos y psicólogos observaron las deficiencias educativas presentes en los ámbitos universitarios en donde se daba un modo de pensar desinformado, prejuiciado, arbitrario, memorístico o parcializado; un tipo de enseñanza muy elaborada y acrítica en donde, de acuerdo con la opinión del educador Henry Giroux, se anestesia el razonamiento de los estudiantes.
Ello los encaminó a esbozar una nueva  metodología  la cual  fomentara un aprendizaje más  dinámico e interactivo,  y  que  tomara  en cuenta  las necesidades y  habilidades de los alumnos desde la aplicación de un pensamiento más lógico, esto significó la aplicación del pensamiento crítico al ámbito educativo para fomentar lo que se denominó educación liberal, en donde  el alumno fuera partícipe  directo y activo  del  proceso de enseñanza- aprendizaje, tal y como la aplicaban en la Antigua Grecia filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles.
El propósito es formar alumnos, ciudadanos, quienes desarrollen una manera de pensar con criterios propios, a partir de la investigación, de una reflexión constante, con el fin de que puedan ver y analizar la realidad desde diversas perspectivas y lecturas  para replantearse los modelos establecidos, y muchas veces impuestos, mediante la propuesta de ideas y opciones nuevas. De ahí que en un mundo en donde parte del sistema educativo parece extraviarse en el individualismo y la instrumentalización, el llamado que debe imperar es el de rescatar al humano que está detrás de cada alumno, para devolverle el control soberano sobre su existencia en el ámbito intelectual y espiritual. De lo que se trata es de ir más allá del contenido para trascender con el fin de enfocarse e invertir más en el pensamiento y el capital humano de los estudiantes.
En este sentido, tanto la implementación de la educación liberal, como las competencias del pensamiento crítico y los nuevos enfoques de enseñanza constructivistas, han ayudado a establecer los parámetros de una educación transformadora con una clara misión social y desde una evidente inspiración humanista; esto significa adoptar una perspectiva diferente con el fin de que los actores educativos pasen de ser simples receptores de un producto a miembros activos del proceso, es decir, formadores por derecho y productores de cultura.
Por ello el pensamiento crítico y humanista se convierte en una manera muy adecuada para formar estudiantes con una visión de compromiso más equitativa con su sociedad, que vaya más allá de la especialización, pues e está en una época de trasformaciones en donde lo que se requiere es alejarse del sistema tradicional memorístico, pasivo y autoritario de enseñanza para, fundamentalmente, preparar alumnos pensantes, creativos, participativos, sedientos de conocimiento, con criticidad, curiosidad intelectual, valores, artífices de reflexiones, toma de conciencia y proyección social…
Tal objetivo no debe postergarse, o no debe enfocarse de manera superficial, de ahí que se haga una tarea imperiosa garantizar la calidad de las universidades mediante una pronta, efectiva y eficaz relectura de la enseñanza y el aprendizaje educativo. De hecho la exagerada proliferación de centros educativos obliga a las universidades tanto públicas como privadas, desde una óptica ética, moral y profesional, a contar con un currículo impregnado del sustento del pensamiento crítico que le permita al centro educativo, en especial al profesorado, ofrecerle a los estudiantes una enseñanza en donde los saberes guarden relación con el mundo real y los conocimientos y las herramientas tanto cognitivas como afectivas necesarias como la convivencia, el respeto o la autoestima para ejercer idóneamente sus profesiones, enfrentar las demandas que la sociedad les exigirá y llevar a cabo un proceso de conocimiento individual que los haga mejores profesionales y humanos.
Ya en la década de los ochenta se había planteado en algunos de los países industrializados, sobre todo Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá, la necesidad de lograr una educación más integral y dinámica cuando un grupo de expertos, entre ellos  educadores,  filósofos,  filólogos y psicólogos observaron las deficiencias educativas presentes en los ámbitos universitarios en donde se daba un modo de pensar desinformado, prejuiciado, arbitrario, memorístico o parcializado; un tipo de enseñanza muy elaborada y acrítica en donde, de acuerdo con la opinión del educador Henry Giroux, se anestesia el razonamiento de los estudiantes.
Ello los encaminó a esbozar una nueva  metodología  la cual  fomentara un aprendizaje más  dinámico e interactivo,  y  que  tomara  en cuenta  las necesidades y  habilidades de los alumnos desde la aplicación de un pensamiento más lógico, esto significó la aplicación del pensamiento crítico al ámbito educativo para fomentar lo que se denominó educación liberal, en donde  el alumno fuera partícipe  directo y activo  del  proceso de enseñanza- aprendizaje, tal y como la aplicaban en la Antigua Grecia filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles.
El propósito es formar alumnos, ciudadanos, quienes desarrollen una manera de pensar con criterios propios, a partir de la investigación, de una reflexión constante, con el fin de que puedan ver y analizar la realidad desde diversas perspectivas y lecturas  para replantearse los modelos establecidos, y muchas veces impuestos, mediante la propuesta de ideas y opciones nuevas. De ahí que en un mundo en donde parte del sistema educativo parece extraviarse en el individualismo y la instrumentalización, el llamado que debe imperar es el de rescatar al humano que está detrás de cada alumno, para devolverle el control soberano sobre su existencia en el ámbito intelectual y espiritual. De lo que se trata es de ir más allá del contenido para trascender con el fin de enfocarse e invertir más en el pensamiento y el capital humano de los estudiantes.
En este sentido, tanto la implementación de la educación liberal, como las competencias del pensamiento crítico y los nuevos enfoques de enseñanza constructivistas, han ayudado a establecer los parámetros de una educación transformadora con una clara misión social y desde una evidente inspiración humanista; esto significa adoptar una perspectiva diferente con el fin de que los actores educativos pasen de ser simples receptores de un producto a miembros activos del proceso, es decir, formadores por derecho y productores de cultura.
Por ello el pensamiento crítico y humanista se convierte en una manera muy adecuada para formar estudiantes con una visión de compromiso más equitativa con su sociedad, que vaya más allá de la especialización, pues e está en una época de trasformaciones en donde lo que se requiere es alejarse del sistema tradicional memorístico, pasivo y autoritario de enseñanza para, fundamentalmente, preparar alumnos pensantes, creativos, participativos, sedientos de conocimiento, con criticidad, curiosidad intelectual, valores, artífices de reflexiones, toma de conciencia y proyección social…
Tal objetivo no debe postergarse, o no debe enfocarse de manera superficial, de ahí que se haga una tarea imperiosa garantizar la calidad de las universidades mediante una pronta, efectiva y eficaz relectura de la enseñanza y el aprendizaje educativo. De hecho la exagerada proliferación de centros educativos obliga a las universidades tanto públicas como privadas, desde una óptica ética, moral y profesional, a contar con un currículo impregnado del sustento del pensamiento crítico que le permita al centro educativo, en especial al profesorado, ofrecerle a los estudiantes una enseñanza en donde los saberes guarden relación con el mundo real y los conocimientos y las herramientas tanto cognitivas como afectivas necesarias como la convivencia, el respeto o la autoestima para ejercer idóneamente sus profesiones, enfrentar las demandas que la sociedad les exigirá y llevar a cabo un proceso de conocimiento individual que los haga mejores profesionales y humanos.

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