Viernes, 18 Marzo 2011 06:01

Daniel Ortega y Fidel Castro del lado de Muammar Kadafi… ¿Qué dirán ahora nuestros ambientalistas de izquierda?

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No podíamos esperar menos de Daniel Ortega, el presidente nicaragüense que sueña con perpetuarse en el poder. Tampoco podíamos esperar menos de Fidel Castro, el culpable del retraso y el aislamiento económico, político y social de Cuba. Los dos han salido en defensa de Muammar Kadafi, o Gadafi, el tirano más inhumano que conoce el mundo en este momento, el único que ha respondido a las manifestaciones populares con militares armados que disparan a quemarropa, y el único que en este momento ha matado a miles de opositores en las calles con el pretexto de la revolución. Ni siquiera Mubarak, el dictador depuesto de Egipto, cometió crímenes similares. La Unión Europea ya se manifestó en contra de Kadafi, y ejerce un bloqueo sobre la dictadura de Libia. Reino Unido no descarta intervenir militarmente, dados los crímenes de lesa humanidad que ya circulan por Internet gracias a grabaciones clandestinas. Fidel Castro está preocupado por la campaña mediática contra Kadafi. Es decir, el problema no es que mate gente, es que las matanzas circulen por Internet. Y Daniel Ortega habla del peligro de acabar con la unidad nacional de Libia. Es decir, que no importa que un dictador mate a su gente. Con tal de mantener la unidad del país, hay que disimularle todo.
Como ha escrito el analista internacional Víctor Hugo Murillo, son coyotes de la misma loma. Y por supuesto que de la misma loma son los coyotes que, desde aquí, le quieren tapar las tortas a Daniel Ortega. Para Costa Rica, está bien que Ortega se ventile por el mundo como lo que es: un enfermo del poder, un obsesivo como Gadafi o como Mubarak. De no ser por el Plan de Paz de los años ochenta, Daniel Ortega estaría en el poder en Nicaragua desde 1979.
Lo que me temo es que ni así, ni con las muestras espantosas de aversión por la democracia y de irrespeto por la voluntad popular que ha llevado adelante Ortega, y que lo hacen salir al lado de Gadafi, aliado de su padrino, Hugo Chaves, ni así oiremos las protestas airadas de muchos ambientalistas costarricenses que hacían marchas desde la capital hasta Crucitas, y huelgas de hambre, y piquetes, y movilizaciones gigantescas contra la inversión de una trasnacional en la frontera con Nicaragua, pero que ahora no se atreven a decir pero ni esta boca es mía, no se atreven a decir ni pío pío ante la destrucción de los humedales de Isla Calero, la destrucción de uno de los lugares más ricos y más vulnerables de nuestro país, al lado de dos santuarios naturales, el Parque Nacional Tortuguero y la Reserva de Barra de Colorado. Parecen ciegos y sordos ante la destrucción de un lugar tan importante por su riqueza natural.
¿Será que esos ambientalistas costarricenses sólo se oponen a los proyectos de trasnacionales, pero le callan todo al presidente de nuestro vecino del norte? ¿Será que para esos ambientalistas es malo todo lo que huele a Tío Sam, pero no lo que huele a regímenes sandinistas, comunistas o de izquierda? Como decía un zapatero de Guápiles, es que hay ambientalistas que son como las sandías, verdes por fuera pero rojos por dentro. A ver si pueden seguir guardando silencio ahora que su protegido, Daniel Ortega, sale en carrera a defender sátrapas, tiranos, asesinos como Muammar Kadafi.
No podíamos esperar menos de Daniel Ortega, el presidente nicaragüense que sueña con perpetuarse en el poder. Tampoco podíamos esperar menos de Fidel Castro, el culpable del retraso y el aislamiento económico, político y social de Cuba. Los dos han salido en defensa de Muammar Kadafi, o Gadafi, el tirano más inhumano que conoce el mundo en este momento, el único que ha respondido a las manifestaciones populares con militares armados que disparan a quemarropa, y el único que en este momento ha matado a miles de opositores en las calles con el pretexto de la revolución. Ni siquiera Mubarak, el dictador depuesto de Egipto, cometió crímenes similares.
La Unión Europea ya se manifestó en contra de Kadafi, y ejerce un bloqueo sobre la dictadura de Libia. Reino Unido no descarta intervenir militarmente, dados los crímenes de lesa humanidad que ya circulan por Internet gracias a grabaciones clandestinas. Fidel Castro está preocupado por la campaña mediática contra Kadafi. Es decir, el problema no es que mate gente, es que las matanzas circulen por Internet. Y Daniel Ortega habla del peligro de acabar con la unidad nacional de Libia. Es decir, que no importa que un dictador mate a su gente. Con tal de mantener la unidad del país, hay que disimularle todo.
Como ha escrito el analista internacional Víctor Hugo Murillo, son coyotes de la misma loma. Y por supuesto que de la misma loma son los coyotes que, desde aquí, le quieren tapar las tortas a Daniel Ortega. Para Costa Rica, está bien que Ortega se ventile por el mundo como lo que es: un enfermo del poder, un obsesivo como Gadafi o como Mubarak. De no ser por el Plan de Paz de los años ochenta, Daniel Ortega estaría en el poder en Nicaragua desde 1979.
Lo que me temo es que ni así, ni con las muestras espantosas de aversión por la democracia y de irrespeto por la voluntad popular que ha llevado adelante Ortega, y que lo hacen salir al lado de Gadafi, aliado de su padrino, Hugo Chaves, ni así oiremos las protestas airadas de muchos ambientalistas costarricenses que hacían marchas desde la capital hasta Crucitas, y huelgas de hambre, y piquetes, y movilizaciones gigantescas contra la inversión de una trasnacional en la frontera con Nicaragua, pero que ahora no se atreven a decir pero ni esta boca es mía, no se atreven a decir ni pío pío ante la destrucción de los humedales de Isla Calero, la destrucción de uno de los lugares más ricos y más vulnerables de nuestro país, al lado de dos santuarios naturales, el Parque Nacional Tortuguero y la Reserva de Barra de Colorado. Parecen ciegos y sordos ante la destrucción de un lugar tan importante por su riqueza natural.
¿Será que esos ambientalistas costarricenses sólo se oponen a los proyectos de trasnacionales, pero le callan todo al presidente de nuestro vecino del norte? ¿Será que para esos ambientalistas es malo todo lo que huele a Tío Sam, pero no lo que huele a regímenes sandinistas, comunistas o de izquierda?
Como decía un zapatero de Guápiles, es que hay ambientalistas que son como las sandías, verdes por fuera pero rojos por dentro. A ver si pueden seguir guardando silencio ahora que su protegido, Daniel Ortega, sale en carrera a defender sátrapas, tiranos, asesinos como Muammar Kadafi.

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