Jueves, 15 Agosto 2013 09:17

Comentario: Madre: la auténtica esencia del rostro del amor

“Las manos de mi madre parecen pájaros en el aire cuando amasa la vida...; todo se vuelve fiesta cuando ellas juegan con los pájaros, junto a los pájaros que aman la vida y la construyen con sus trabajos: lo cotidiano se vuelve mágico... Las manos de mi madre me representan un cielo abierto, un recuerdo añorado, trapos calientes en los inviernos..., ellas se brindan cálidas, nobles, sinceras, limpias de todo...; lo cotidiano se vuelve mágico...”; emotivos versos con los que la recordada soberana del folclore latinoamericano, Mercedes Sosa, les cantaba a las madres.

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Y es que si nos preguntamos ¿qué es ser una madre?, sin duda, manifestaciones tan sensibles como esta, sobrarían. Madre es quien mantuvo en sus entrañas a sus hijos como parte viviente de su ser; quien los ha protegido con su abnegación y ha sabido brindarles un amor infinito. Es ella la piedra angular de la familia; la que con dulce mirar ha enternecido a sus retoños y ha luchado, día a día, para que caminen por senderos de justicia, paz y amor. Es la mujer quien, con sacrificios, honradez y lealtad, ha depositado, en el corazón de sus hijos, un legado de apoyo, comprensión y respeto.

Es aquel ser abnegado que nunca ha dejado de dar alimento a pesar de la pobreza; quien ha tratado de no sucumbir ante el dolor; quien siempre ha brindado su guía, y no ha regateado tiempo para fungir como enfermera, abogada, psicóloga, cocinera o maestra. Es aquella madre-padre de los hogares desintegrados, quien ha luchado contra los infortunios de una sociedad mezquina, para mantener a flote su familia. Es, también, la madre adolescente, quien ha tenido que madurar, abruptamente, para proteger el fruto de su inexperiencia. Es aquella quien, con el corazón desgarrado, ha entregado a su hijo en las manos de Dios.

Es la madre sustituta, la adoptiva, aquella que ha hecho de su corazón el hogar de algún niño abandonado; o las que, a través de su trabajo en algún albergue u hospital, han alimentado la vida de los pequeños de amor y esperanza. Es la madre que trabaja y estudia, y aún así, ha buscado el tiempo para organizarse y brindarles calidad de tiempo a sus hijos. Es quien se desborda de alegría ante el éxito de ellos, y es feliz en cualquier actividad que ellos escojan. Es el ser que, ante sus hijos lastimados, les muestra compasión ayudándolos, abrazándolos y secándoles las lágrimas. Es quien, pese a sus imperfecciones, sigue simbolizando uno de los mayores milagros de amor regalados por Dios para fortalecer a la humanidad.

¡Felicidades a todas las mamás y todo el respeto del que son dignas!, por llevar el prodigioso misterio de la vida en sus vientres y almas, para darle, aún más allá de la existencia terrenal, el mágico aliento espiritual a un nuevo humano. Felicidades a aquellas futuras mamás, en cuyo vientre, hoy germina la savia de un amor inigualable. A las que recién han sentido palpitar los latidos de una unión que se prolongará eternamente. A quienes, con valentía, han hecho de su ser un templo de fortaleza para entregar sus hijos a las manos de Dios. A las que hoy, entre los rincones de sus almas, lloran el desprecio y abandono de quienes llevan su propia sangre. A cada una de esas madres quienes han guarecido, en su seno, el fruto de otros vientres. A aquellas quienes, con firmeza, han asumido la ardua tarea de ser padre y madre al mismo tiempo. A esas mamás quienes, desde el firmamento, constituyen los astros que iluminan a sus hijos; y a nuestra Madre del Cielo, porque en su figura se ejemplifican todas las mamás quienes, como ella, diariamente cobijan nuestras existencias con sus manos pródigas de bendiciones.

De manera especial felicidades a mi amada madre, Liliana Chavarría Brenes, de cuya sangre han emanado mis múltiples resurrecciones, por ser esa luz de fortaleza, entrega, esperanza y amor que ha alimentado mi existencia. Gracias Lili, y en vos, gracias a todas ustedes madres, por hacer que “lo cotidiano se vuelva mágico”, porque como dijera Su Santidad Juan Pablo II, ustedes se han convertido en “la sonrisa de Dios en el camino de vida de cada uno de nosotros, sus hijos”. ¡Benditas sean!, por hacer de la palabra madre, la auténtica esencia del rostro del amor...

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