Martes, 12 Julio 2011 05:23

¡Bendito el trabajo!

Sin lugar a dudas, la vida laboral es uno de los aspectos que ocupa una gran parte de la existencia de los individuos, en ocasiones se pasa más tiempo en el trabajo que con la misma familia. A pesar de ello, para algunas personas el trabajo, más que satisfacción, pareciera ser una obligación impuesta; es decir, solamente un medio para obtener dinero con el cual sufragar sus necesidades.
Sin embargo, el trabajo podría ser una actividad enteramente distinta. El trabajo ha de ser la expresión creativa de los humanos para manifestar, e ir desarrollando, las inmensas capacidades que existen dentro de cada uno de nosotros. De esta manera, el trabajo podría constituir un medio extraordinario de satisfacción y crecimiento, pues al ser el trabajo una expresión de uno mismo, podría ser, a la vez, un medio de autorrealización.
Además, el trabajo debería ser asumido como la manifestación de la vocación acompañada de un espíritu de servicio hacia los demás, de esta manera dicha entrega por parte de uno se convierte también en una utilidad, y esa utilidad es la que podría traducirse, a la vez, en un ingreso económico. No obstante, el inconveniente es que muchas personas no están desempeñando un trabajo que los satisfaga, entonces trabajan de un modo forzado, sienten disgusto por su actividad, porque, en el fondo, realizan su trabajo pensando sólo en el dinero que necesitan para vivir, pagar sus deudas o caprichos.
A la vez, se encuentra el problema de que muchas veces el trabajo se realiza sólo como un instrumento para demostrar el propio valor; es decir, para conseguir un prestigio. Ello significa que los individuos sentirán siempre colgados sobre sí la insatisfacción de una carrera sin final porque, continuamente, habrá una nueva cumbre de prestigio por escalar. Y no es que la superación esté mal, el problema es cuando se convierte en una obsesión. Por lo tanto, se debe comprender que el verdadero sentido del éxito profesional puede consistir en que la persona, mediante cualquier labor que realice, se exprese profundamente y disfrute de su trabajo.
En este sentido, el verdadero éxito del trabajo dependerá de la eficacia real, de la utilidad efectiva que este tenga para los demás, porque el trabajo puede ser un medio de servicio, una manera de crear acciones que le sean útiles a los demás y que, en cierto sentido, sólo uno puede llevar a cabo de una manera óptima.
No olvidemos que el trabajo nos lleva a desarrollar habilidades y competencias como el trabajo en equipo, la cooperación, la empatía, la creatividad, la disciplina y la responsabilidad. Nos colma de satisfacción, de orgullo por el deber cumplido, nos hace sentir útiles, eficientes, fomenta la confianza y nos eleva la autoestima. El trabajo es importante si se desea ser alguien, avanzar en la vida, alcanzar la prosperidad y realizarnos.
Definitivamente es hasta que la persona descubra su vocación auténtica, y encuentre lo mejor de sí, que no vivirá forzada en todo lo que realice, y que le permitirá dignificar, como es debido, esa noble expresión humana que representa el trabajo. Por eso, bendito sea el trabajo, y bienaventurados quienes lo aman, porque contribuye a que nuestra vida sea útil, productiva, dichosa y dignificante, ya lo expresó muy bien la Beata Teresa de Calcuta: “No puedo parar de trabajar, amo el trabajo, para descansar tendré toda la eternidad”…
Sin lugar a dudas, la vida laboral es uno de los aspectos que ocupa una gran parte de la existencia de los individuos, en ocasiones se pasa más tiempo en el trabajo que con la misma familia. A pesar de ello, para algunas personas el trabajo, más que satisfacción, pareciera ser una obligación impuesta; es decir, solamente un medio para obtener dinero con el cual sufragar sus necesidades.
Sin embargo, el trabajo podría ser una actividad enteramente distinta. El trabajo ha de ser la expresión creativa de los humanos para manifestar, e ir desarrollando, las inmensas capacidades que existen dentro de cada uno de nosotros. De esta manera, el trabajo podría constituir un medio extraordinario de satisfacción y crecimiento, pues al ser el trabajo una expresión de uno mismo, podría ser, a la vez, un medio de autorrealización.
Además, el trabajo debería ser asumido como la manifestación de la vocación acompañada de un espíritu de servicio hacia los demás, de esta manera dicha entrega por parte de uno se convierte también en una utilidad, y esa utilidad es la que podría traducirse, a la vez, en un ingreso económico. No obstante, el inconveniente es que muchas personas no están desempeñando un trabajo que los satisfaga, entonces trabajan de un modo forzado, sienten disgusto por su actividad, porque, en el fondo, realizan su trabajo pensando sólo en el dinero que necesitan para vivir, pagar sus deudas o caprichos.
A la vez, se encuentra el problema de que muchas veces el trabajo se realiza sólo como un instrumento para demostrar el propio valor; es decir, para conseguir un prestigio. Ello significa que los individuos sentirán siempre colgados sobre sí la insatisfacción de una carrera sin final porque, continuamente, habrá una nueva cumbre de prestigio por escalar. Y no es que la superación esté mal, el problema es cuando se convierte en una obsesión. Por lo tanto, se debe comprender que el verdadero sentido del éxito profesional puede consistir en que la persona, mediante cualquier labor que realice, se exprese profundamente y disfrute de su trabajo.
En este sentido, el verdadero éxito del trabajo dependerá de la eficacia real, de la utilidad efectiva que este tenga para los demás, porque el trabajo puede ser un medio de servicio, una manera de crear acciones que le sean útiles a los demás y que, en cierto sentido, sólo uno puede llevar a cabo de una manera óptima.
No olvidemos que el trabajo nos lleva a desarrollar habilidades y competencias como el trabajo en equipo, la cooperación, la empatía, la creatividad, la disciplina y la responsabilidad. Nos colma de satisfacción, de orgullo por el deber cumplido, nos hace sentir útiles, eficientes, fomenta la confianza y nos eleva la autoestima. El trabajo es importante si se desea ser alguien, avanzar en la vida, alcanzar la prosperidad y realizarnos.
Definitivamente es hasta que la persona descubra su vocación auténtica, y encuentre lo mejor de sí, que no vivirá forzada en todo lo que realice, y que le permitirá dignificar, como es debido, esa noble expresión humana que representa el trabajo. Por eso, bendito sea el trabajo, y bienaventurados quienes lo aman, porque contribuye a que nuestra vida sea útil, productiva, dichosa y dignificante, ya lo expresó muy bien la Beata Teresa de Calcuta: “No puedo parar de trabajar, amo el trabajo, para descansar tendré toda la eternidad”…

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