Lunes, 14 Octubre 2013 07:32

Un período electoral que dignifique nuestra política

Definitivamente, un período electoral debe representar un monumental ejercicio de diálogo, respeto y ética entre quienes desean ostentar la silla presidencial, entre las fuerzas políticas que los apoyan y entre el conjunto de la sociedad.

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Esto en el sentido de que los candidatos presidenciales deben buscar la credibilidad del pueblo, pero para ello deben tratar de que sus planes de gobierno se sustenten en unos propósitos realizables y convenientes para la población. Pues el pueblo no necesita que los políticos sigan hablando de sus proyectos, sino que los lleven a cabo.

Pero, también, Costa Rica requiere un pueblo pensante; es decir, gente que exija que los candidatos no impregnen sus campañas de falacias o manipulaciones, sino que les ofrezcan oportunidades reales de bienestar social, sobre todo, en las cuestiones más sensibles como seguridad pública, empleo, salud, educación o pobreza.

En este sentido, los candidatos deberían diseñar mensajes que logren generar un acertado diálogo con el pueblo. No se trata de valerse del pueblo, sino de hablarles con mensajes claros, sustentados, accesibles y razonados. Por ejemplo, si bien es cierto la economía es básica para un país, a veces hacer referencia a la diversidad, igualdad de género o la no violencia, resulta más efectivo para proyectarse en la población. Recuérdese el caso de Martin Luther King con su discurso Tengo un sueño, o el discurso de toma de posesión del presidente estadounidense Obama, ambos de extrema cercanía con el pueblo.

Se necesita, entonces, un período electoral donde existan debates que fomenten la confrontación, pero una confrontación de ideas, propuestas, premisas sólidas y, ante todo, de acciones que dignifiquen la política y contribuyan a hacer del voto un racional ejercicio nacional. Pues mucho perdería nuestra vida democrática si quienes aspiran a la máxima jerarquía de nuestro país, o quienes deseen ayudarlos en este proceso, se abocaran sólo a una serie de dimes y diretes o a una exposición superficial de sus propuestas políticas.

Este es un tiempo de definiciones, de cambios, un tiempo de racionales pensamientos democráticos, donde la política se dirija a la pluralidad, el diálogo y la ética para llevar a cabo propuestas al servicio de los ciudadanos. Sin duda, lo que está en juego es, ni más ni menos, que un proyecto de país, por ello Costa Rica merece una persona quien le plasme unos ideales de justicia y unos ideales de dignidad, tan necesarios para seguir alimentando su vida democrática y su vida independiente, pero también demanda un pueblo que participe, activa y críticamente, en la consolidación de nuestro fervor cívico y ético.

Recordemos que, como decía el político español Enrique Múgica: “La democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos”. Ello es, sin duda, una máxima que, en este incipiente período electoral, cada uno de los precandidatos presidenciales debe tener con el presente de nuestra nación, y un deber que los candidatos y el próximo presidente de Costa Rica deberá tener con el futuro de nuestra Patria.

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