Viernes, 10 Octubre 2008 18:00

Una celebración cargada de tolerancia

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“Cuando conozco a alguien, no me importa si es blanco, negro o judío. Me basta con saber que es un ser humano”. 

     Esta frase del escritor Walt Whitman cae como anillo al dedo ante la celebración del Día de las Culturas, este 12 de octubre, pues ante las vicisitudes de si el descubrimiento de América constituyó un encuentro o desencuentro de culturas, lo más sensato es asumir esta fecha como el positivo nacimiento de un nuevo mundo constituido por mujeres y hombres de diversas lenguas y diferentes visiones de mundo.

     De ahí que principalmente, en el Día de las Culturas, cada costarricense esté llamado a reconocer e impulsar un imperativo concepto de identidad sustentado en la tolerancia a las raíces pluriculturales que la constituyen.

     Nuestro país no es, como muchos han querido hacer creer, resultado de la exclusiva herencia europea. La identidad nacional es, también, producto de la mezcla de indígenas, negros y chinos, y de sus respectivas influencias culturales.

     Obviar un pasado común con estos grupos humanos, es ignorar parte de la memoria histórica de Costa Rica y promover odiosas, discriminatorias y racistas prácticas sobre los fundamentos multiculturales existentes.

     Nada, en este mundo, justifica el hecho de que ciertos grupos sociales, internos o externos, sean discriminados por tener multiplicidad cultural; mucho menos cuando se ha comprobado que estos han intervenido en la pluralidad e interacción de la cotidianidad costarricense.

     El cumpleaños de América debe ser ocasión para fomentar la tolerancia hacia la diversidad cultural heredada, mediante el respeto a las diferencias en el color de la piel, la forma de vestir, el idioma, las ideologías o las prácticas religiosas, artísticas o gastronómicas.


     Se trata de la nueva cultura de la gran familia humana, de cada pueblo hermanado, de una Costa Rica que enlace los vínculos de fraternidad y tolerancia, precisamente, con esos grupos étnicos que han hecho del país una sociedad pluricultural, y la que estamos obligados a fortalecer, día a día, en un permanente proceso de construcción social como pueblo.

     Evidentemente, establecer la tolerancia supone el acceso a la educación pues la intolerancia suele tener sus raíces en la ignorancia y el temor: miedo a lo desconocido, al “otro”, a otras culturas, religiones o naciones.

     Por ello, se hace absolutamente necesario llevar a cabo una enérgica actitud de cambio por integrar la tolerancia  en nuestros propios ámbitos de acción, y hacer hincapié en educar a las nuevas generaciones acerca de la tolerancia, los derechos humanos y las libertades fundamentales.

     Pues en el palpitar de esta celebración, debe seguir ganando la más decisiva lucha por la tolerancia, tan ansiosa de ser conocida y asumida, como una práctica diaria de subsistencia.

     Ojalá este Día de las Culturas  nos sirva para hacer un examen de conciencia sobre nuestra posición hacia nuestros semejantes; ojalá nos propongamos a llenar nuestra sociedad de un mayor humanismo desterrando cualquier tipo de insensibilidad e intolerancia; sin duda, tarde o temprano, repercutirá en beneficio de todo el planeta.

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