Domingo, 25 Enero 2009 18:00

Medios de comunicación al servicio de una sociedad inteligente

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Algunas veces, aquellos estudiantes que en la primaria y la secundaria destacan por sus altas calificaciones, no necesariamente son los que alcanzan el éxito en el ámbito profesional o deportivo y si de éxito económico se trata,  no necesariamente han sido ellos los que logran la mayor acumulación de riqueza. 

Tanto el éxito como el fracaso,  no están determinados por el azar,  ni por el destino, ni por las condiciones socioeconómicas en las que se desenvuelve una persona y por supuesto no hay ninguna predisposición genética que nos lo transmita. 

Lo que determinará el autodominio, el celo, la persistencia y la capacidad de auto motivarse es eso que Dios quiso darnos a todos los seres humanos: La capacidad y autoridad para crear nuestro propio destino.  Será esa capacidad, lo que brindará a los niños y jóvenes, las mejores oportunidades para que la lotería genética se convierta en una realidad construida y permita entonces maximizar las posibilidades de éxito.

Llevo ya muchos años cuestionándome el porqué los medios de comunicación y en especial la televisión y algunos periódicos,  nos tienen inundados de una oferta tan superflua;  caracterizada por noticieros basados en sucesos,  programas de entretenimiento promotores de cirugías estéticas y desnudos como los pilares sobre los cuales se fundamenta la aceptación y el éxito, y también dominada por programas deportivos en los que la mística y el esfuerzo de muchos atletas es superado -en cobertura- por la fanfarronería,  el escándalo y por ese afán de convertir en estrellas a jugadorcitos de bajo nivel. 

Hace algunos meses, me di a la tarea de observar algunos noticieros  en sus  ediciones nocturnas y pude constatar que lo común es que se dedique  hasta un 67% de los 60 minutos de duración a estas temáticas y un triste 33% a eventos de carácter internacional,  político, económico y social que contribuyen con claridad a la formación integral de la personas.  Más recientemente,  en la cobertura de la dolorosa catástrofe por el terremoto,  pudimos observar en algunos medios, un sensacionalismo sin precedentes.


Antes de juzgar tales informaciones,  es mejor tener claro que en la ley de la oferta y la demanda,  la primera está al servicio de la segunda,  lo que justifica que esos medios ofrezcan lo que ofrecen, pues eso lo que la gente gusta ver. 

¿Y por qué la gente demanda este tipo de informaciones?  Algunos que han investigado estos fenómenos, aseguran que tenemos dos mentes: una que piensa y otra que siente.  Estas dos formas fundamentalmente diferentes de conocimiento, interactúan para construir nuestra vida mental.  Una es la forma de comprensión de la que somos típicamente conscientes: más destacada en cuanto a la conciencia, reflexiva, capaz de analizar y meditar.  Pero junto a esta,  existe otro sistema de conocimiento,  impulsivo y poderoso,  aunque a veces ilógico,  denominado la mente emocional.

Así,  mientras existe una mente que nos lleva seguros al conocimiento de lo relevante y trascendente,  hay otra que nos moverá a lo trivial y a los acontecimientos que agregan poco valor a nuestras vidas y no impactan en nada la construcción de un nuevo modelo de sociedad.

¿Está todo perdido?  Por supuesto que NO.  Tanto la niñez como la adolescencia,  constituyen ventanas críticas de oportunidad para fijar  los hábitos emocionales esenciales que gobernarán la vida de los niños, adolescentes,  jóvenes y finalmente adultos.

¿Porqué algunos son más capaces que otros para enfrentar problemas,  superar obstáculos y enfrentar las disyuntivas de la vida de una forma distinta al promedio?  Bueno,  esa es la tarea más importante que tenemos los padres de familia,  los maestros de escuela y colegio y también todos aquellos que tenemos el privilegio de enseñar en las  universidades.  

Creo por convicción,  que insistiendo en el fortalecimiento de aquellos rasgos que formen el carácter de las personas,  podremos hacer que los hábitos de consumo sean modificados y que a raíz de ese cambio,  la oferta televisiva y de prensa sea renovada,  nuestras exigencias sean más constructivas y por supuesto,  nuestra forma de ver la vida, defina una nueva escala de valores  y nos estimule a una toma de decisiones más racional.

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