Miércoles, 06 Febrero 2013 05:21

Legado de don Hernán Elizondo, gran escritor costarricense

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Hace unos meses falleció don Hernán Elizondo Arce, escritor
fundamental en la historia de la literatura costarricense. Murió a los
91 años de edad. Don Hernán se crió en Orotina y se desarrolló como
educador en Tilarán, Guanacaste, y en Esparza, Puntarenas. Fue maestro
y profesor en Tilarán y secretario del colegio en Esparza.

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En Tilarán, primero fue secretario municipal. Empezó a escribir
poemas. Los enviaba a un periódico que editaba el Partido Acción
Demócrata, a inicios de los años cuarenta. Era el medio donde
publicaban José Figueres, Alberto Martén y Daniel Oduber. En una
ocasión, Don Pepe fue a Tilarán, a visitar a su amigo Domingo Flaqué,
también de origen español, y le preguntó que si conocía a un tal
Hernán Elizondo. La respuesta fue positiva. Don Hernán fue donde
don Domingo con un cuaderno con sus poemas, don Pepe le ofreció ayuda para imprimirlos y así apareció su primer libro, “Dolor, Alma y Paisaje”, patrocinado por Hacienda La Lucha. El libro tiene un prólogo de José Figueres.
También empezó a escribir en el periódico “El Sabanero”, donde
desarrolló una obra impresionante de denuncia de la cruda realidad
social guanacasteca. Era un Guanacaste pobre, feudal, donde unos pocos
hombres eran dueños de miles de hectáreas, y el día de las elecciones,
ponían a sus peones en fila, a votar por su candidato. Un Guanacaste
donde un peón agrícola o un sabanero ganaba un colón por día, no había
caminos, tenían que salir a Puntarenas por Bebedero, en lancha, y las
mujeres sufrían una cruel explotación. De la suma de los artículos de
“El Sabanero”, Don Hernán construyó su novela “Memorias de un pobre
diablo”, que fue la obra que ganó por primera vez el Premio Aquileo J.
Echeverría, en novela, en su primer año, 1964. En esta novela, el gran personaje es una provincia: Guanacaste.
Su siguiente obra importante fue “Adiós Prestiño”, un libro ubicado en
Barrio Cuba, San José. Luego vinieron obras como “La calle, Jinete, y
yo”, un libro de cuentos; la novela “La ciudad y la sombra”, y “Muerte al amanecer”, una obra muy importante para él, ya que consideraba fundamental en su vida, el dolor de la muerte de una de sus hijas, a quien convirtió en personaje principal de esta novela.
También escribió un libro de poemas dedicados a personajes de Esparza que
fallecieron. Y hasta se le atribuye la letra del famoso “Himno al guaro”. Aquel que dice, “El guaro blanco es un alimento, yo sólo jumo quisiera estar…”.
Pero su obra es mucho más profunda. Es aguda y certera en el análisis
de los problemas sociales de la provincia de Guanacaste, Puntarenas y las zonas marginales de la capital.
Aunque le insistió a sus hijas y su hijo para que no estudiaran Educación, ahora sus seis hijos tienen un centro educativo en su amada Esparza, donde trabajan dos de sus hijas y su hijo imparte lecciones de Cívica.
Que Dios tenga en su gloria a este gran educador y escritor costarricense.

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