Lunes, 19 Noviembre 2007 18:00

EL VALOR SUPERIOR DE LA NAVIDAD

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La Navidad es uno de los momentos más hermosos que vivimos al final de cada año. Empezando, por el cambio climático, la colocación de iluminosos adornos, la preparación de exquisitos alimentos, las fiestas y los oficios religiosos  y, muy particularmente, por el intercambio de obsequios; todo lo cual, evoca – sin duda - una época especial que despierta gran ánimo en la población. Se trata, entonces, de una algarabía colectiva.

Pero cuál es realmente el significado de la Navidad? Obviamente no podría uno ser tan presuntuoso para dar una respuesta como la única verdadera y posible, pero al menos sí podemos opinar y expresar nuestro pensamiento,  que , desde luego, estará influenciado por la propia vivencia y experiencia de cada uno. Una vez, por ejemplo, escuché a una persona decir que para ella la Navidad no tenía ningún sentido, y bastaba conocer un poco de su infancia para comprenderla.  

Se ha dicho que la Navidad es para los niños, y por ello se tiene como costumbre obsequiarles  juguetes y ropa nuevos. También, y por este hecho de consumo masivo, se ha escuchado en opinión de algunos expertos  que en la práctica la Navidad es para los comerciantes. Sin embargo, es importante recurrir al origen de la Navidad para entender no solamente su significado, sino también para comprender su valor supremo.

En primer lugar, tenemos que admitir que la Navidad nos recuerda fundamentalmente el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, y - con ello -  la institución de su gran ministerio en la tierra a favor de la humanidad misma. Con esto estamos entendiendo que el significado de la Navidad   es muy diferente al que generalmente tenemos en la actualidad, especialmente cuando lo asociamos exclusivamente con las relaciones de consumo, que en muchos caso se vuelven irracionales.

Por otra parte, al percatarnos que la Navidad evoca los principios cristianos de solidaridad, amor y hermandad, comprendemos – a la vez – que su valor superior está determinado por el bien común, lo que significa un desprendimiento del yo para ocuparnos solidariamente por nuestros semejantes, sobre todo,  de aquellos que más lo necesitan. Está bien procurarse bienes económicos para vivir y aumentar nuestra calidad de vida, pero mucho mejor si lo hacemos pensando en los demás.

Hay muchas formas de hacerlo, empezando – como nos los manifestó la recordada Madre Teresa – con nuestra propia familia.  Pero lo más importante es enseñando a nuestros hijos el verdadero valor de las cosas, ellos deben entender que los padres de familia  no tienen la obligación de despilfarrar todo el dinero en asuntos innecesarios, incluyendo el aguinaldo en juguetes, por ejemplo, solamente para corresponder irresponsablemente a sus caprichos, o a los caprichos de quien sea.

Desde nuestros hogares, tenemos todos la obligación moral de reeducarnos respecto al significado de la Navidad. Es lindo regalar obsequios y también recibirlos, pero más importante aún es darnos amor. Con amor podemos comprender perfectamente, y aceptar sin objeciones, que cuando no se pueden comprar cosas, porque no hay dinero o porque existen otras prioridades, la Navidad sigue teniendo sentido. Y con  amor,  podemos compartir con nuestros semejantes,  y en cualquier época del año,  lo mucho o lo poco que tenemos.

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