Sábado, 02 Octubre 2010 14:29

El espíritu sancarleño

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Mi bisabuelo Luis Rodríguez Salas se fue de San Rafael de Poás para San Carlos a buscar mejor vida. Estaba en una difícil situación económica. Dejó al frente del hogar a su hijo mayor, mi abuelo, Miguel Ángel, mejor conocido como “El Manco”, pues perdió su mano izquierda en un accidente en el trapiche de su padre, el día que cumplió 19 años. De feria, era zurdo. A pesar de eso, quedó al frente de la familia, al lado de su mamá, mi bisabuela Carolina González, para que mi bisabuelo pudiera trabajar la tierra, hacer finca a partir de la montaña, en el norte del país.
Para mi bisabuelo Luis era doblemente difícil pues padecía de reumatismo y era renco. Sus hijos le ayudaban a montarse al caballo pues no era posible que lo hiciera solo. Había que arrimarle la bestia a una piedra, que le servía de grada.
Salía de madrugada de las faldas del volcán Poás y llegaba a San Carlos por la noche. Utilizaba dos rutas: por Zarcero cuando iba para Villa Quesada, o por los Bajos del Toro cuando iba en dirección a Pital. Fundó la finca La Flor en Río Cuarto, la finca La Fama en Aguas Zarcas y la finca La Florida en la recién nacida Villa Quesada, cerca de donde está el ingenio Santa Fe.
Lo siguieron sus hijos José Luis (Chevico), Gilberto y Filadelfo (Lelo), así como su yerno Gilberto Barrantes, esposo de su hija Lidia, y quien fundó la finca La Josefina, que en este momento es la finca que le entrega más leche a la Cooperativa Dos Pinos, de la que también fue fundador.
Así como mi bisabuelo y mis tíos abuelos, el espíritu que corría en los pioneros de San Carlos era el del trabajo, el sacrificio, el esfuerzo insigne, el tesón, el coraje, la lucha incansable, la voluntad, el ímpetu, la gallardía, el pundonor...
San Carlos se forjó gracias a ese tipo de héroes del trabajo. Como dice la empresaria Ana Cristina Castro Odio, “en San Carlos no se escampa”.
En otras regiones, la cultura de trabajo no es similar. La misma doña Ana Cristina me contó que en otra zona del país, un peón le preguntó que si ella pagaba “los días llovidos”, es decir, como si esos días no se tuviera que trabajar, o como si hubiera que pagarlos como feriados.
Como propuse que se llamara una campaña de la Dos Pinos que destacó estos valores, la claves es la palabra “siempre”: siempre trabajan los lecheros, siempre, llueva o truene; siempre, feriados y fines de semana, sin excepciones. Y así es en San Carlos, en la producción de leche, y en todos los campos.
Y es por esto que en este cantón se produce más de la mitad de la leche, la mayor cantidad de tubérculos, una enorme cantidad de piña y caña, y es donde existe el mejor modelo de turismo criollo, de turismo en manos de costarricenses, que es el de La Fortuna. Y a eso se le suma una gran cultura cooperativista, que ha permitido el desarrollo de la Dos Pinos, Coocique y Coopelesca, así como de asociaciones de diversos gremios y sectores productivos.
Si todo Costa Rica fuera como San Carlos, donde nunca se escampa, Costa Rica sería el primer país desarrollado de América Latina.
Mi bisabuelo Luis Rodríguez Salas se fue de San Rafael de Poás para San Carlos a buscar mejor vida. Estaba en una difícil situación económica. Dejó al frente del hogar a su hijo mayor, mi abuelo, Miguel Ángel, mejor conocido como “El Manco”, pues perdió su mano izquierda en un accidente en el trapiche de su padre, el día que cumplió 19 años. De feria, era zurdo. A pesar de eso, quedó al frente de la familia, al lado de su mamá, mi bisabuela Carolina González, para que mi bisabuelo pudiera trabajar la tierra, hacer finca a partir de la montaña, en el norte del país.
Para mi bisabuelo Luis era doblemente difícil pues padecía de reumatismo y era renco. Sus hijos le ayudaban a montarse al caballo pues no era posible que lo hiciera solo. Había que arrimarle la bestia a una piedra, que le servía de grada.
Salía de madrugada de las faldas del volcán Poás y llegaba a San Carlos por la noche. Utilizaba dos rutas: por Zarcero cuando iba para Villa Quesada, o por los Bajos del Toro cuando iba en dirección a Pital. Fundó la finca La Flor en Río Cuarto, la finca La Fama en Aguas Zarcas y la finca La Florida en la recién nacida Villa Quesada, cerca de donde está el ingenio Santa Fe.
Lo siguieron sus hijos José Luis (Chevico), Gilberto y Filadelfo (Lelo), así como su yerno Gilberto Barrantes, esposo de su hija Lidia, y quien fundó la finca La Josefina, que en este momento es la finca que le entrega más leche a la Cooperativa Dos Pinos, de la que también fue fundador.
Así como mi bisabuelo y mis tíos abuelos, el espíritu que corría en los pioneros de San Carlos era el del trabajo, el sacrificio, el esfuerzo insigne, el tesón, el coraje, la lucha incansable, la voluntad, el ímpetu, la gallardía, el pundonor...
San Carlos se forjó gracias a ese tipo de héroes del trabajo. Como dice la empresaria Ana Cristina Castro Odio, “en San Carlos no se escampa”.
En otras regiones, la cultura de trabajo no es similar. La misma doña Ana Cristina me contó que en otra zona del país, un peón le preguntó que si ella pagaba “los días llovidos”, es decir, como si esos días no se tuviera que trabajar, o como si hubiera que pagarlos como feriados.
Como propuse que se llamara una campaña de la Dos Pinos que destacó estos valores, la claves es la palabra “siempre”: siempre trabajan los lecheros, siempre, llueva o truene; siempre, feriados y fines de semana, sin excepciones. Y así es en San Carlos, en la producción de
leche, y en todos los campos.
Y es por esto que en este cantón se produce más de la mitad de la leche, la mayor cantidad de tubérculos, una enorme cantidad de piña y caña, y es donde existe el mejor modelo de turismo criollo, de turismo en manos de costarricenses, que es el de La Fortuna. Y a eso se le suma una gran cultura cooperativista, que ha permitido el desarrollo de la Dos Pinos, Coocique y Coopelesca, así como de asociaciones de diversos gremios y sectores productivos.
Si todo Costa Rica fuera como San Carlos, donde nunca se escampa, Costa Rica sería el primer país desarrollado de América Latina.

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