Rigoberto Urbina Vargas

Rigoberto Urbina Vargas

En sus formas más sutiles y elaboradas; más allá del control de contenidos y la violencia física contra periodistas y medios de comunicación que caracterizan las acciones de censura que se practican en otras naciones, los agentes del silencio antidemocrático generalmente comienzan su labor promoviendo el desprestigio de comunicadores y medios. Los procesos que siguen para acallar la crítica y el debate son siempre similares recetas sacadas de trasnochados manifiestos.

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La relación entre Libertad de Prensa y Democracia es indisoluble e inescindible. Ninguna de ellas existe, ni subsiste, al margen o con sacrificio de la otra. La calidad, y el adecuado funcionamiento de nuestro sistema político dependen en mucho de la educación de la población, y aquella, de la calidad de la información que reciben las personas; de su habilidad para procesarla, y de la capacidad que desarrollen para poder ser críticos ente ella. No hay democracia sin participación informada en política, como no existe libertad de prensa sin medios de comunicación independientes.

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Costa Rica es un país que ha sido reconocido, hasta hace poco, como una nación ejemplar en la defensa de las libertades públicas, en especial por su permanente compromiso con la libertad de expresión y el respeto al derecho de los ciudadanos de acceder y poder divulgar sin censura la información de interés público que consta en todos los departamentos administrativos del Estado, tal y como lo ordena nuestra Constitución Política y la ley que de ella se deriva. Los medios de comunicación costarricenses han jugado en esa labor, la destacada función de servir de eficientes contralores de la actividad pública.

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Se afirma que el tiempo no se detiene.  Muchos dicen que el pasado ya no existe, que el presente es tan fugaz que es imposible capturarlo para vivirlo, y que el futuro incierto no es más que una expectativa reflejo de nuestros temores, deseos y anhelos.  

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Muchos creemos que cuando alguien fallece, lo único que muere es su cuerpo. El precioso recipiente que contuvo el alma de la persona con quien compartimos experiencias, anhelos, esperanzas, desencantos y alegrías.
Nuestro hermano, el amigo, el maestro y el compañero que al morir nos abandona porque recibe el don de pasar a una vida mejor, deja en nosotros, y en el mundo en que desarrolló su existencia, huellas suficientes que nos permiten seguir su rastro, un rastro que determinará nuestros recuerdos, y con ellos el egoísta dolor de ya no tenerlo  a nuestro lado.
El martes de esta semana, el programa Panorama, la Cámara Nacional de Radio, y toda la gente de bien de este país, y de fuera de él, que por cualquier motivo tuvo el privilegio de compartir algún instante de su vida con don Andrés Guzmán Stein, comenzamos a seguir las huellas marcadas con la fuerza de su inclaudicable voluntad; huellas que dejaron tras de sí un rastro de honestidad que es ejemplo en este país.
Sus acciones como empresario emprendedor; su activa, y siempre desinteresada participación en la política nacional; su permanente preocupación por los asuntos públicos de la nación; pero especialmente sus palabras, difundidas a través de este programa con la claridad y valentía, que solo pueden expresar las personas dignas, con convicciones firmes, y una sólida formación, permanecerán con nosotros en el tiempo.
Andrés Guzmán falleció, pero su legado vivirá en el corazón de su familia; en los gratos recuerdos de quienes fuimos sus compañeros comentaristas y amigos; y en el ejemplar sendero que nos dejó marcado con las huellas de sus acciones.
Paz y resignación a sus familiares.
Rigoberto Urbina Vargas y todo el cuerpo de comentaristas del Programa Panorama.
Muchos creemos que cuando alguien fallece, lo único que muere es su cuerpo. El precioso recipiente que contuvo el alma de la persona con quien compartimos experiencias, anhelos, esperanzas, desencantos y alegrías.
Toda persona es y debe ser considerada “digna” en sí misma y ante los demás, por su sola condición de ser humano.  Sin embargo, es en la singularidad de cada individuo, en su ser personal, y en nuestro comportamiento hacia los demás, en donde descubrimos el carácter propio, irrepetible, íntimo, y valorable de esa dignidad.
Está pués en cada uno de nosotros, en la libertad con que podamos vivir para expresar nuestras convicciones y en nuestro valor, el poder añadirle a nuestra existencia de seres humanos, un valor adicional que nos haga merecedores de reconocimiento o censura.
Hoy, lamentamos la partida de un hombre digno y apreciado, cuyo comportamiento mereció el reconocimiento de una nación, que a partir de ahora, lo atesorará entre sus más apreciados recuerdos, pero que continuará disfrutando de sus muchos logros.  Don Mario Echandi Jiménez fue excepcionalmente reconocido por sus obras y por su intachable conducta pública.  Por tales motivos fue declarado, en vida, Benemérito de la Patria.
Todos podemos crear y soñar con nuestro futuro, o con el de nuestro país.  Todos tenemos capacidad de amar, de reír, de perdonar, y de mejorar; o de desperdiciar nuestra existencia sin producir, o produciéndole daño a nuestros semejantes.  Don Mario debe servir de ejemplo a quienes, por estar inmersos en los asuntos que afectan a la colectividad, deben procurar centrarse en lo verdaderamente importante: el ser humano, la familia costarricense, la salud, la justicia y la educación, nada de lo cual se logra proteger sin esfuerzo.
Don Mario asumió la Presidencia de la República como el primer presidente de oposición después de una Guerra Civil; durante los cuatro años de su gobierno, tuvo minoría en la Asamblea Legislativa; el Estado costarricense era más débil, y mucho más pobre que el de ahora; sin embargo,  con sentido común, imaginación, gran capacidad para el diálogo político, y trabajo … eso si … mucho trabajo! Don Mario no solo es hoy recordado con cariño por los costarricenses, sino que aún están inconclusos y en ejecución, programas diseñados durante su mandato, hace más de 50 años.
Muchos se han referido ya a algunos de sus logros más conocidos, y no lo haremos de nuevo, aunque si conviene hacer mención a dos de ellos, que quizás no lo han sido tanto: Su tenaz esfuerzo, hasta asegurar que los costarricenses tuvieran acceso libre y gratuito a la radio y la televisión nacionales, y a través de ellos, a fuentes óptimas de expresión e información que garantizaran nuestra libertad democrática sin que el ejercicio de aquellos derechos y garantías, estuviese sujeto a intereses políticos o económicos de ninguna naturaleza.  En segundo lugar, debe rescatarse también la Reforma Penitenciaria, iniciada en la Colonia Agrícola de San Lucas y en la cárcel para mujeres del Buen Pastor, que fue emprendida para lograr los propósitos de resocialización previstos por nuestro sistema penal, lo que lamentablemente no fue después continuado, llevándonos hoy día, en ese campo, a realidades similares a las que se enfrentaban en aquél entonces.
Pero quizás lo más valioso que nos legó don Mario y su equipo de gobierno, no fue ninguna de sus obras públicas, sino una enseñanza que parece que la hemos olvidado por completo: Para gobernar bien no se requiere de un país “gobernable”, sino de “gobernantes capaces”.  Que sirva su partida para recordar aquello, y seamos nosotros también dignos y apreciados por ello.
Rigoberto Urbina Pinto                             Rigoberto Urbina Vargas
Toda persona es y debe ser considerada “digna” en sí misma y ante los demás, por su sola condición de ser humano.  Sin embargo, es en la singularidad de cada individuo, en su ser personal, y en nuestro comportamiento hacia los demás, en donde descubrimos el carácter propio, irrepetible, íntimo, y valorable de esa dignidad.
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