Rigoberto Urbina Vargas
Mucho se ha comentado en los últimos días sobre la aparente ligereza con que algunos jueces de la república ponen en libertad a presuntos criminales, capturados luego de que las fuerzas de policía realizan el difícil trabajo de aprehenderlos. Cuando aquello ocurre, la población no solo siente que se desperdician el esfuerzo y los recursos invertidos en su seguridad, sino que también se cuestiona si vale la pena el riesgo personal al que se exponen los servidores públicos que a diario, exponen su integridad personal y hasta sus vidas en esas labores. En esos casos, la sociedad se siente doblemente insegura, y hasta victimizada por el propio sistema; ya que injustamente es expuesta de nuevo al peligro de las acciones de aquellos supuestos malhechores.
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Con satisfacción recibimos esta semana noticias sobre los esfuerzos que realizan nuestras autoridades en la construcción de una red adecuada de defensa a lo largo de nuestra frontera norte.
No sabemos a ciencia cierta qué tanto se ha avanzado, ni tan siquiera, si tendremos tiempo de prepararnos adecuadamente frente a cualquier nueva agresión que surja de la extraviada cabeza del señor Ortega … Presidente de Nicaragua, para pena y vergüenza de aquél lastimado pueblo.
Ortega, sus lacayos, y los Jefes que desde otras latitudes le ordenan bailar al son de la música que más les interese, han comprobado que son, y que serán siempre una seria amenaza para la integridad territorial, la seguridad y paz de este país. Como bien lo sintetizó nuestra presidenta: son enemigos de Costa Rica.
Frente a ellos: Caminos; helipuertos; electricidad; tecnología de vigilancia y defensa; refuerzo armado; obstáculos frente al abuso militar foráneo en los cauces de nuestros ríos; facilidades de movilización; policía de fronteras, … pero muy especialmente: un pueblo educado y preparado, que es consciente de la trascendencia de estos tiempos.
Parece que al fin nos hemos percatado de que la dignidad y el respeto, no solo se deben exhibir con propiedad y decoro en los foros internacionales, lo que hasta ahora hemos hecho en forma contundente, precisa y acertada; sino que también se tiene que demostrar con acciones concretas y sacrificio. Como lo dijo el señor Ministro de Seguridad Pública, don José María Tijerino: “Haremos lo que sean necesarios. El Gobierno (a lo que yo le agrego … y el pueblo de Costa Rica) estamos decididos a defender la integridad territorial, y no escatimaremos esfuerzos en la defensa de la soberanía del territorio nacional”.
Es claro que entendemos que los preparativos nacionales en torno al conflicto provocado por el Gobierno de Nicaragua y sus matones armados, en el Caribe norte de nuestro territorio, es tema delicado atinente a la seguridad de la nación, del que no se puede ni debe brindar más información que la que resulte estrictamente necesaria para que los costarricenses adoptemos, en forma oportuna y decidida, las acciones que correspondan.
La absurda respuesta que Nicaragua le ha dado a nuestras acciones en la Corte Internacional de Justicia, también deben traernos satisfacción. Sin dejar de alguna forma de lamentar, el espantoso ridículo internacional en que han dejado de nuevo a su pueblo, hace mucho, cuna de pensadores, pero desde hace bastante, víctima de violentos timadores.
Hoy es tiempo de estar unidos y de dejar para luego las disputas atinentes a intereses personales o grupales que puedan ser postergadas, y distraigan a nuestras autoridades de sus funciones. La confianza en ellos fue democráticamente depositada, y hay momentos como el presente, en los que debemos asirnos en la madurez de nuestro sistema político, y los fuertes controles de nuestra institucionalidad. Al Gobierno, le corresponde propiciar un ambiente que favorezca que todos cerremos filas en torno a los objetivos comunes y superiores.
Estemos atentos, y no bajemos la guardia porque el San Juan suena … y aunque ese es río que no arrastra piedras; si hemos podido comprobar que en su margen norte es la excusa perfecta que embrutece, para traer hasta nuestro territorio el verde olivo del soldado extranjero invasor, con que tanto le gusta disfrazar sus intereses personales a los oportunistas gobernantes nicaragüenses.
Con satisfacción recibimos esta semana noticias sobre los esfuerzos que realizan nuestras autoridades en la construcción de una red adecuada de defensa a lo largo de nuestra frontera norte.
No sabemos a ciencia cierta qué tanto se ha avanzado, ni tan siquiera, si tendremos tiempo de prepararnos adecuadamente frente a cualquier nueva agresión que surja de la extraviada cabeza del señor Ortega … Presidente de Nicaragua, para pena y vergüenza de aquél lastimado pueblo.
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Familias Luminosas y alegres
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Incrédulo, el Continente observa como en pleno siglo XXI, Costa Rica es víctima de una agresión ilegítima perpetrada por Nicaragua. Parte del territorio nacional fue invadido por el ejército del país vecino, que obstinadamente se niega a salir de él.
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La Constitución Política de nuestro país, en su artículo 60 consagra, tanto a favor de los patronos como de los trabajadores, el derecho de toda personas a formar y organizarse en sindicatos, ya sea para obtener o para conservar beneficios económicos, sociales y profesionales en favor de sus agremiados, y aquella previsión constitucional es, por tanto, expresión de una libertad individual y colectiva reconocida en nuestro Estado de Derecho.
En todo caso y necesariamente, el Sindicato debe ser una organización democrática, en la que sus directores deben ser libremente electos por la mayoría de sus asociados o agremiados, según sea el caso, y sus decisiones sean previamente comunicadas y aprobadas.
No viene al caso, por respeto a la investidura y jerarquía de nuestro Tribunal Constitucional, cuestionar su fallo en relación con los procedimientos internos del Sindicato de Trabajadores Portuarios de Limón – SINTRAJAP -, que culminó con la reinstalación de la anterior cúpula directiva de aquella organización; aunque si conviene prever la importancia que para todo el país, en especial para la provincia de Limón, y no solo para los trabajadores agremiados de aquél Sindicato, tendrá el procedimiento interno que se celebrará en poco tiempo para la elección de esos dirigentes.
Hay en medio de aquél proceso decisiones trascendentales sobre el futuro de nuestro puerto atlántico. Decisiones que nos afectarán a todos como país, y que tendrán que ser discutidas y negociadas con aquél gremio. Sin embargo, es público y notorio que existen posiciones encontradas y hasta antagónicas entre quienes aspiran a ocupar aquellos cargos; y aquello amerita exigir que el proceso de elección se realice con absoluta transparencia.
Si fuese del caso, considerando el antecedente judicial ya resuelto, procede requerir voluntariamente la asistencia del Tribunal Supremo de Elecciones para que, como ente garante de la pureza de la expresión del sufragio en nuestro país, supervise aquellas elecciones, y podamos estar todos tranquilos de que lo que posteriormente se decidirá, será acordado con los representantes legítimos de los trabajadores limonenses, y no con un grupo interesado en anteponer otro tipo de intereses ajenos a su función sindical.
En las próximas elecciones internas de SINTRAJAP, sin duda, se definirá más que un puñado de cargos. Se definirá la posibilidad de cambio, y se expresará la voluntad de superación de toda una provincia, que merece mucho más de lo que hasta ahora ha tenido, atada por muchas limitaciones, algunas propias, pero otras que le han sido impuestas desde afuera, pero todas las cuales lamentablemente, y por mucho tiempo, han encontrado aliado en el conformismo, o en la falta de visión de futuro de cúpulas añejas que añoran más la lucha callejera obstinada que brinde posibilidad de destacar como “cabecillas” más que como “dirigentes”; relegando a un segundo plano el propósito de lograr la superación y el bienestar de los trabajadores de los muelles, y con la de ellos, la de la generalidad de la población limonense.
La Constitución Política de nuestro país, en su artículo 60 consagra, tanto a favor de los patronos como de los trabajadores, el derecho de toda personas a formar y organizarse en sindicatos, ya sea para obtener o para conservar beneficios económicos, sociales y profesionales en favor de sus agremiados, y aquella previsión constitucional es, por tanto, expresión de una libertad individual y colectiva reconocida en nuestro Estado de Derecho.
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